jueves, 25 de diciembre de 2014

Thomas Bernhard airado, encantador de serpientes.




 O de lo que cada uno de nosotros tiene de serpiente.

Había pensado también llamar esta entrada, ¿Por qué me fascina Thomas Bernhard? O sea, tengo algo de serpiente. Lo admito.

Ha salido a la calle un libro de Bernhard, recopilación de andanzas en forma de cartas, diatribas, entrevistas, telegramas y reflexiones. En Alianza. Se llama “En busca de la verdad”.
Y me lo he comprado y lo he leído con fruición. Porque aunque no haya creación en él, si hay Bernhard auténtico a porrillo. Y el titulo me parece muy acertado. Luego lo explicaré.
A mí me pasa con T. Bernhard como con B. Dylan y como a casi todo el mundo, que no sea musulmán, con los cerdos….que lo  aprovecho todo. Esta comparación le hubiera encantado a Bernhard. O no, y me hubiera mandando uno de esos telegramas que si tienes un cierto sentido del humor, te partes de sonrisa…..porque para risas nunca ha estado el así llamado Thomas Bernhard.
Y si no un ejemplo. Una crítica que salió en Der Spiegel, sobre su novela “Trastorno” tuvo como resultado una carta de lector que él envió, 29 de Mayo de 1967, y que decía:
                              
“Por favor, haga que critique mi próximo libro algún chimpancé  o mono aullador, naturalmente nacido o residente también en la Alta Austria”.

¿No es encantador?
Razón no le faltaba pues el crítico se dedica a juzgar la novela como si fuese un libro de Julio Verne o  de nuestro Arturo Pérez Reverte. Es decir, en ningún momento tuvo idea cabal, por así decirlo, de lo que se traía entre manos.

Precisamente yo tuve mi primera vez con Thomas Bernhard hace ya unos cuantos años gracias a esta novela, editada por Alfaguara. No recuerdo como llegué a ella. Probablemente a través de alguna reseña de algún suplemento literario o de alguna revista de literatura, Urogallo, Quimera……no sé.
Y la recuerdo con una emoción, una nostalgia parecida a cuando vi por primera vez “Terciopelo Azul” de David Linch, escuché las Gimnopedias de E. Satie o me metí……en fin, un recuerdo inolvidable.
Entré en sus páginas y me encontré ante un paisaje desolado, abrupto pero a caballo de un ritmo, de una musicalidad que te atrapaba implacablemente. Como quien entra en un liquido del que desconoce su temperatura, color, textura y vas encontrándote página tras página cálidamente  acogido, de manera que me dejé abrazar por la novela absolutamente, rodeado de una sensación de fascinación como si fuese detrás del flautista de Hamelin, más  como niño confiado y deslumbrado que como ratón huidizo y molesto.
Después ya todo fue leer y leer sus libros y salir de ellos absolutamente y totalmente reconfortado.
Cuando ya estaba instalado en lo que es su literatura y volvía una y otra vez a sus obras y una y otra vez salía reconfortado empecé por pensar sobre lo que escribía, espoleado por esa relación amor/odio que  tuvo y tendrá por unos años, 75 más o menos, con Austria y los austriacos. ¿Qué pasaba? ¿Por qué a pesar de ponerlos a parir una y otra vez los austriacos seguían premiándolo, estrenando sus obras de teatro, escuchando sus opiniones? ¿Por qué no lo mandaban a tomar por el culo y punto?

Y la pista me la ha dado el título de este último libro publicado. “En busca de la verdad”.
Puede ser que lo peor que le pueda pasar a un ser humano es que, durante sus años de formación, tenga a su lado a otro ser humano que le transmita la idea de que las cosas siempre pueden ser excelentes. Es decir, que lleve las expectativas a su máximo valor.
Eso traerá como consecuencia una permanente frustración y un descontento diamantino. Porque las cosas nunca suceden en su manera excelente. Con un canto en los dientes podemos darnos si se aproximan.
Esto que estoy diciendo, lo de la excelencia de las cosas, todo el mundo lo experimenta. Pero una cosa es caer en ello cuando ya estás formado y otra que se arraigue en ti cuando lo estás haciendo. En el primer caso no es más que una percepción y en el segundo es una esencia, que podrás aliñar como quieras pero que nunca digerirás.
A Thomas Bernhard, formándose en plena segunda guerra mundial, lo cuidaban sus abuelos. No es difícil imaginar lo que su abuelo, anarquista, le pudo contar de lo que estaba sucediendo y lo que fue su perdición, lo que le contó referente a como podía ser el mundo si fuésemos de otra manera.
A partir de ese momento sólo tuvo que permanecer fiel a aquellas ideas para convertirse en el airado, destemplado, solitario e incandescente marginal que fue. Su descontento, primigenio, fue la energía inagotable que alimentó su obra literaria, mirase dónde mirase siempre había algo que reprochar, algo que recriminar, algo corrupto, algo perverso….y no podía pasarlo por alto. La excelencia siempre estaba en otra parte.
Y yo creo que eso, tanto los que nos hemos rendido a su obra como los que le odian, lo hemos sabido ver. A estos los ha incordiado, insultado, vejado, despreciado y muchos  sólo han podido rogarle que mirase a ver si podía ser de otra manera. Como ejemplo el alcalde de Augsburgo. Bernhard escribió:
                “Es que hay siquiera en Augsburgo algún médico, algún reumatólogo, en ese agujero abominable, en esa cloaca a orillas del Lech”
A lo que el alcalde respondió:
                “…quisiera invitar al señor Bernhard a venir en fecha próxima a Augsburgo y ser nuestro huésped durante tres días…………..entonces el señor Bernhard verá y sentirá y olerá sin duda enseguida que Augsburgo es una ciudad marcada por una historia de dos mil años, pero también una ciudad atractiva y alegre, con agua potable de fuentes cristalinas y ciudadanos pulcros. Y que no huele mal…”
Cuando el alcalde reacciona así, algo de cloaca, en sentido figurado, seguramente debe haber. Si te llaman negraco de mierda pero eres blanco….qué más te da. Lo decía Herman Hesse: “Lo que no está en ti no te inmuta”.
O sea, Bernhard ha sido escuchado siempre porque su literatura, sus opiniones, sus gestos, sus críticas pueden haber sido injustas, algunas veces, pero siempre han sido verdaderas. Verdaderas en el sentido subjetivo. Defendió su verdad siempre, aunque algunas veces fuese mentira….y eso es una cosa que en arte hacen muy pocos. Y eso es algo que siempre se le ha valorado, amigos y enemigos.
Puestas así las cosas, si el que así se comporta es dueño de una prosa poderosa, lo más cercano a una partitura musical  sin serlo que yo he leído, de una mente incisiva y salvaje…….pues tenemos a un autor al que la historia cada año hará más grande y leído….algo que le hubiera traído sin cuidado. Escribía como Bacon pintaba, para poder seguir viviendo y eso se nota.
Para los que no están familiarizados con la literatura de TB pongo aquí unos aperitivos.

“Si vamos en busca de la verdad sin saber cuál es esa verdad que no tiene en común con la realidad más que la verdad que no conocemos, iremos en realidad en busca del fracaso, de la muerte……..”

“…quien piensa disuelve, deroga, catastrofiza, arruina, desintegra, porque pensar es lógicamente la disolución consecuente de todos los conceptos….”

“Tenemos, decimos, derecho a la justicia, pero sólo tenemos derecho a la injusticia….”

“En una entrevista, ya en la despedida
Entrevistadora:….. ¿Y qué está escribiendo ahora?
TB: Será una obra de teatro. Sobre un juez y sobre un crítico. Son oficios parecidos, ¿no?
Entrevistadora: Me temo lo peor. Ahora ha llegado el momento de darle las gracias por la entrevista.
TB: ¿A esto lo llama entrevista?”

“La gente dice que ha tenido un chiquillo, pero en realidad ha tenido a una persona de ochenta años, que gotea por todas partes, apesta y está ciego y cojea y no puede moverse ya por la gota, eso es lo que ha echado al mundo”

 “En el primer piso tocan el violín. En el sótano abren la llave del gas. Una mezcla típicamente austriaca de música y nazismo. Sí, realmente, si este país cambiara, no me quedaría otra solución que emigrar”

“Estimado doctor Temnitschka:
                Desde hace más de diez años no acepto premios ni títulos y, como es natural, tampoco aceptaré su ridículo título de catedrático. La asamblea de escritores de Graz es una reunión de imbéciles sin talento.
                Saludos cordiales.
                Firmado THOMAS BERNHARD”
Unos aperitivos que te quitan las ganas de comer pero que dan mucho que pensar.

Posdata: Estoy tratando de entrar en contacto con el Sr. Bernhard para ver si puede pergeñar unas opiniones de nuestros ex-primeros ministros patrios vivos, por él llamados ex-cancilleres, y que a buen seguro pueden ser jugosas, a tenor de las que expresó sobre los que tuvo que soportar y sufrir con la mayor de las resignaciones su país y él. Un equipo de videntes escogidos de la florinata que pulula por las televisiones me ayuda. Veremos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Magia a la luz de la luna de Woody Allen (2014)




La necesidad megalómana de Woody Allen de estar presente en las pantallas cada cierto tiempo tiene como lógico resultado que sus productos, al ser artísticos, una vez sean excelentes y otras veces innecesarios y otras detestables. Como el listón de película mala lo dejo muy alto en “Vicky Cristina Barcelona”, con una patética y tópica visión de España y una historia irrisoria, en ésta ha marcado record en cuanto a film que no hacía falta.
Hay en la proyección aspectos valorables y algunos muy bien resueltos y expuestos pero que no justifican ponerse a hacer otra película. La interpretación de los actores es todo lo pulcra y entregada que las películas de Allen exigen.  Colin Firth cuaja un papel en el que se mueve entre su acostumbrada sobriedad y las exigencias un tanto histriónicas que muchas veces exige el director. De hecho si se mira bien las evoluciones del Sr. Firth es muy fácil ver los modos y maneras de Woody Allen actor.
Emma Stone ha entendido muy bien al director, sin embargo todo lo bien que lleva su parte picara y golfa de estafadora y falsa vidente lo lleva de mal en su papel de enamorada. No convence.
La tropa de secundarios no tiene problemas para acoplarse a un escenario casi de teatro y en una época que hemos visto en el cine hasta la saciedad. Mi hija de 17 años enseguida se acordó del Gran Gatsby. Por no hablar de los paisajes de la Costa Azul. A destacar el intérprete de mandolina que en algunas escenas parecía apuntar a uno de esos secundarios de las películas de Allen que terminan siendo memorables. Pero no. Se quedo en amago.
Lo más brillante del film son los diálogos que en algunos momentos son ligeros, mal intencionados, con indirectas y sarcasmos deliciosos. Pero claro, si has leído el teatro de Oscar Wilde o has asistido  a la representación de algunas de sus obras.....pues tienes la sensación de estar viendo un remake. Algo que Woody Allen no necesita, copiar.
Cuando Woody Allen se aleja de su afán de reírse de los petulantes seres humanos y suministrarnos una cura de humildad, por un momento pareció que esa era la intención con un personaje, el de Colin Firth, despectivo y un tanto soberbio que pedía una lección de humildad a gritos, cuando deja de reflexionar sobre nuestro enmarañado ego…….seguimos viendo su buen oficio pero desaparece su estupendo genio.
Si cuenta una historia de amor y no le mete dudas, traiciones y aburrimiento….la historia se queda ahí……..insulsa, prescindible.
Woody Allen es maliciosos, agrio, caustico….…las historias ramplonas de amor no le van. Se le quedan en obras grises, del montón.
En fin, un ejercicio ligero, light…….con lo interesante que podría haber sido desarrollar el papel del mandolinero hasta colocarlo a la altura del mago chino y montar un especie de deliciosa “Balas sobre Broadway”.  Pero eso hubiera sido una película sobre la naturaleza humana que tan bien se le dan a Woody Allen y no una historia de amor que parece ser que es lo que quería hacer esta vez. Él, que me da la impresión que cree en las historias de amor tanto como en el credo judío. Otra vez será.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Oh boy, de Jan Ole Gerster(2012)




 “…al igual que un hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él mismo y no otro”
                                                                                                                                             Metafísica. Aristóteles
  
Esta sencilla película alemana, en blanco y negro, reflexiona sinceramente, sin aspaviento y sin ningún efecto especial sobre la esencia del hombre. Y llega a un diagnóstico claro: El hombre siempre está en guerra. Una veces incruenta y otras de una crueldad aniquiladora pero en ambos casos guerra.
Niko Fisher es un inadaptado que lo único que pretende es vivir lo más fiel posible a  sí mismo. Y la paradoja surge gigantesca y sorprendente. Intentar ser leal con sus sentimientos lleva al hombre a ser un “extranjero”.
Vivir la vida libre de prejuicios y de claudicaciones tiene un resultado evidente: El constante roce, cuando no encontronazo, con los demás.
La realidad no tiene parada en la que bajar o subir. La realidad siempre está en marcha. No va rápida pero no cesa. O te subes o vas perdiendo contacto con los demás viajeros.
El existencialismo de Niko es incorruptible. Una especie de tozudez suicida le lleva a deambular por Berlín sin oficio ni beneficio pero firme en su deseo de no ceder ante la constante ofensiva de los demás, que quien más o quien menos, han tomado posición y se han rendido.
Su novia le exige un posicionamiento que él es incapaz de encontrar para poder tener una relación estable. Resultado: Ruptura. Su nuevo vecino es alguien que quiere adaptarse pero no puede. Resultado: Partidas de futbolín consigo mismo en el sótano. Su amigo actor, de talento indiscutible, no acepta cualquier cosa. Resultado: Ruptura. Su amiga de la infancia, gorda y burlada, ahora es actriz de performance. Es delgada y parece que le va bien. Pero se sigue sintiendo gorda. Ha claudicado y forma parte de algo. Es una herida de guerra.
Su padre, al que lleva sin decir la verdad, que no es lo mismo que engañar, hace dos años es un triunfador que se ha plegado a lo convencional. Un hombre que ha aceptado la realidad, sin embargo cruel con sus sirvientes e impotente para contactar con su hijo. Pero que sin embargo tiene claro cuál es el escenario.
Desoladora película de actores comedidos, nada de histrionismos, de un neo-neo-realismo franco y limpio de excesos.
Al final, el dictamen. Sin guerra o con guerra, el resultado es el mismo. Si uno se enfrenta a la apisonadora llamada vida social, si no se cumplen las normas, sean beligerantes o no, el resultado es la soledad.
Niko lo ve en el viejo exiliado. No entiende nada de lo que pasa en Alemania después de 60 años en el extranjero, ni tan siquiera entiende el alemán.
Se muere en el hospital y Niko pregunta,
-¿No tiene familia?
-No tiene a nadie.
-Me puede decir cómo se llama.
-No, no puedo- dice la enfermera (Son las normas, ya se sabe protección de datos)
-Al menos, su nombre- insiste Niko.
-Friedrich- contesta la enfermera.
Niko, Friedrich. Sin guerra, con guerra. Hay que adaptarse.
 ¿Quién no ha elegido unos estudios sin saber lo que quería estudiar forzado por que había llegado el momento de ir a la universidad?
¿Quién no se ha dedicado a un oficio que no le placía porque había llegado el momento de ponerse a trabajar?
¿Quién no se ha casado porque había llegado el momento de casarse sin desearlo?
¿Quién no ha tenido hijos porque había llegado el momento de tenerlos?
En fin, quien no ha vivido lo que tocaba vivir.
Y si eso es así, ¿cuándo vivimos nuestra propia vida? La deseada, la sentida.
Y lo que es peor. ¡Qué pasa cuando no sabemos cuál es?
Ahí se acaba la película.
Niko nos deja, pensativo, sin respuestas. ¡Pobre muchacho!¡Pobres de nosotros!