viernes, 28 de marzo de 2014

“El Gran Hotel Budapest” de Wes Anderson


Dorian Gray se cansó de ser eterno porque se aburría. Al fin y al cabo el entretenimiento depende más de lo equipado que esté el espectador que del espectáculo y la humanidad no es tan ocurrente como para estar imaginando cosas nuevas cada amanecer.
Viene esto a cuento de la última película de Wes Anderson. Si uno ha visto poco cine o es joven y no ha tenido tiempo de ver mucho cine pues este film le distraerá, divertirá y puede que hasta le deslumbre. Pues le parecerá original, ocurrente e imaginativo.

Pero si uno tiene una edad y bastante cine encima pensará más o menos esto:
Cójase una coctelera y métase dentro un poco del David Lynch de “Twin Peaks”, hasta hay un niño que se parece al enano de la inolvidable serie, un buen trozo de Tim Burton , sobre todo en la desinhibición de los personajes y añádasele algo de “Amélie”, las carreras y los desconciertos sobre todo, además de la atmósfera. Si no se tiene, una pizca de “La ciudad de los niños perdidos”, perderá luz pero ganara en crueldad. Póngase unos minutos al teatro y después sírvase con unos toques fellinianos. Tendrá usted algo muy parecido a la última película de Wes Anderson.
Ya sé que puede ser que a muchos se le ocurra confeccionar el plato con otros ingredientes y lo acepto. Pero es como con la paella, arroz tiene que haber.
A mí este tipo de cine que por otro lado es imaginativo, creativo y original me parece más artificioso que eficiente.
Tengo que admitir que yo voy al cine más para disfrutar desentrañando que para disfrutar divirtiéndome. Que una trama en la que se analice el comportamiento humano y sus mil vericuetos me atrae más que un argumento ligero donde importe más los cómos que los qués.
Por eso “Mistyc River” de Clint Eastwood me dejo temblando y El Gran hotel Budapest con la misma sensación de haber visto una de dibujos animados.
La originalidad de los decorados, los colores de Titanlux, los afectados comportamientos de los personajes, la literatura de los diálogos conforman una obra que debido a los antecesores ya no sorprende y que por su argumento suena a cientos de historias ya leídas y vistas.
¿Qué quiere decir esto? Pues que Wes Anderson ha visto mucho cine, lo ha asimilado muy bien y se ha dedicado a reproducir lo que más le ha gustado sin añadir nada nuevo. ¿Es esto censurable? Pues no. Copiar “Las Meninas” y confundir a los especialistas tiene mucho merito.
Dicho esto, hay que ir a ver esta película de la misma manera que hay que leer un soneto aunque Quevedo escribiera los suyos hace unos años. Porque puede ser, yo no lo he visto, que algo propio le haya añadido a la historia del cine.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Philomena, a mi pesar, de Stephen Frears.


En esta última película de Frears, la historia que nos cuenta  goza de la sobriedad y el buen hacer de este director inglés que toque el tema que toque en sus películas siempre tiene uno la tranquila sensación de que podrá o no disfrutar del film, pero perderse no se va perder. Un guión milimétrico que no tiene ni una escena de relleno camina sin prisa pero sin pausa hacia su desenlace.
Pero, hay un pero, por encima del melodrama, intenso y muy a propósito para España, en estos momentos, destaca la interpretación de los dos protagonistas. Algo que no sé si es bueno o malo para la película. Me explico. En una obra de teatro hablar de afectación, extralimitación, histrionismo o como se quiera llamar a esa tentación de los actores aclamados de poner la obra a su servicio y no al revés, como han demostrados las veces que yo los he visto tanto Nuria Espert como Josep Maria Flotats, no es importante pues en el teatro se realiza una catarsis colectiva, es decir hay un pacto de todos los presente para fingir que aquella historia está sucediendo y sacar de ella el jugo, la esencia de aquello que se trate. Contra eso los actores poco pueden hacer y se  dejan ir, engolando  la voz, comportándose afectadamente o incluso haciendo guiños al público. En el teatro hay una complicidad de todos con todos. Esto en el cine no pasa. En el cine el actor debe ser creíble. Es muy arriesgado que un actor se quede mirando a la pantalla. Eso saca de una patada al espectador de la historia.
Para mi gusto, a esta película le hubiera venido mejor unos actores más contenidos y menos teatrales, aunque debo decir que se movieron al borde del exceso. Sin sobrepasarlo nunca. O poquísimo. Pero esta película, por la temática, necesitaba unos actores menos decisivos, más a remolque de lo que se narra.
Porque al salir de la sala está en la mente de los espectadores la buena “interpretación” de los actores contándonos su historia. Cuando debía de quedar por encima de todo Philomena y sus circunstancias, y no lo bien que Judi Dench le da vida.
Una vez aceptado este exceso de actuación, que la película tiene algo de teatro, ésta se deja ver, se disfruta y en la mente de los espectadores queda, si consiguen deshacerse de los trabajos interpretativos, el poso de alguna lección de historia y alguna otra de vida.
Las de historia. ¡Qué jodidamente mal lo han pasado los irlandeses! Cuando no los machacaban los ingleses venían los americanos y los compraban. Y entre medias, la religión católica para anestesiarlos y que fueran al patíbulo tranquilos y dóciles.
Los irlandeses se hicieron católicos para defenderse de los ingleses y no sé yo que es peor.
Las de vida. Philomena, a su pesar, ha tenido que vivir y ahora al final de su existencia, sólo quiere saber. Nada de ajuste de cuentas, nada de recriminaciones ni odios, sólo un poquito de consuelo. Su compañero de andanzas todavía no ha sucumbido y se rebela contra la ignominia y el desprecio por los demás. Aunque al final no deja de entrever que su destino será algún día parecido al de Philomena: Alguien hecho a su pesar. Como todos. Como Gonzalo Torrente Ballester nos contó en su novela.
Un melodrama conmovedor que no quiere ser otra cosa.

martes, 4 de marzo de 2014

Anne Sexton, Poesía en estado carnal......sangre incluida




Cuando me encontré que una poeta había escrito en los años sesenta/setenta poemas como “Menstruación a los cuarenta años”:

… La matriz no es un reloj
ni una campana que suena
 pero en el undécimo mes de su vida
 siento el noviembre del cuerpo
tanto como el del calendario….

Fue inevitable que me sintiera interesado. Así que busqué  en Internet y vi que se había suicidado con 46 años y leí más poesías:

“El seno”
……..no es que sea ganado para comer,
no es que sea una especie de calle,
pero tus manos me encontraron como un arquitecto…….


“18 de Diciembre”
…. ¡Besa mi sexo, señor Bind! ¿Sí?
 ¿Considerarías el lanzarte a ti mismo sobre mí,
 riguroso pero de algún modo amable?....
...Dibújame bien, dibújame cálida.
Dame tu muñeca huesuda y
tu extraño, señor Bind, extraño severo cuerno.
 Cariño, dame con esto una hora de ondulaciones,
 pues ésta es la música para la cual nací…….

Poesía desde las entrañas, sin eufemismos, al borde del abismo. Cuando un artista crea para enriquecerse y ganar fama y lo que crea merece la pena hay que respetarlo. Cuando un artista crea porque no puede hacer otra cosa hay que respetar lo que hace valga o no valga un duro. Pero cuando se escribe para sobrevivir hay que leer lo más que se pueda de ese autor porque seguro que se puede aprender, seguro, y emocionarse y sumirse en un torrente de sensaciones, segurísimo.
He leído primero sus poesías y después su biografía- Biografía de Anne Sexton de Diane Wood Middlebrook (Circe, 1998). 
De esa manera llegué a ella como si hubiera sido primero su cirujano y después un vecino meticón. Recomiendo a los que se quieran acercar a sus poesías que primero lean su biografía y después sus poemas. Y si antes se dan un paseo por youtube, dónde hay varios fragmentos de ella leyendo su poesía o jugando con sus hijas, mucho mejor.
Tendrán en mente mientras leen sus gritos de socorro, su figura seductora y atractiva, verán la intensidad de su mirada y se preguntaran cómo cabe tanta fragilidad en una persona tan aparentemente fuerte.
Vivió acosada por demonios que intentó combatir con pastillas y una vida volcada en la lujuria, pero sorprendentemente fue escribir lo que le dio instantes de reposo y alguna esperanza que después, un día de 1974 se truncó definitivamente. Una más de esas cometas brillantes que lucen intensamente y que se queman en su propio fulgor.
Es conocida como una de las poetas principales de lo que se ha llamado “Poesía confesional”, junto a Sylvia Plath que también se suicidó. Pero tanto la etiqueta como la comparación  me parecen bastante limitadoras. Silvia era más académica. Llegó a la poesía apoyada en una preparación, en una guía. Anne Sexton llega a la poesía como otros seres humanos llegan al alcohol.  De ahí que escribiera poesía como los alcohólicos beben. Destruyéndose en cada vaso de sílabas.
Está en todas las bibliotecas públicas.

 
Nota: Leyendo su biografía me entero de que se encontró al menos en una ocasión, en la Universidad de Boston, con John Cheever. ¡Cuánto me hubiera gustado asistir  al cruce de sus miradas!