martes, 26 de agosto de 2014

Lucy de Luc Besson



Ayer estuve viendo Lucy, y hoy escuchando Radio 3 oí que el presentador del programa hablaba de "eso llamado magma industrial" refiriéndose al negocio cinematográfico. Pues bien, el magma industrial es lo que ha hecho posible una película como Lucy.
Es lamentable que sabiendo que mueren niños en África, de hambre todos los días, aquí en Occidente nos gastemos una pasta gansa en hacer una película tan intrascendente, vacua y mal hecha que a uno le cuesta imaginarse a seres humanos trabajando en semejante empeño.
Fui a ver la película con la ilusión de entretenerme un rato con una historia de acción en la que se incidía en algo tan sugerente y atractivo como es nuestro cerebro. La dirección de Luc Besson y Scarlett Johansson junto a Morgan Freeman de protagonistas daban para mucho.
Y todo iba siendo entretenido aunque manido y poco original, hasta que Lucy, pistola en mano, secuestra a un taxista para que la lleve a un hospital y al llegar a éste, le dice,
-Tú, espérame aquí.
¿Dónde aprenden algunos a ser guionistas? O sea, ¿un taxista acojonado ve como una loca se aleja camino del hospital y obedece y se queda esperándola? Vamos hombre, productor, gástate unos euros en unas esposas para dejar al taxista atado al volante, o, guionista, invéntate una razón para que se quede allí esperando, yo que sé, que conoces a su familia y sabes dónde vive y que irás a verlo si te deja tirada en el hospital. Pues no, espérame aquí, con toda la ciudad para perderse y alejarse de semejante pirada. Sólo un tarado se quedaría esperando y los tarados no son taxistas.
Pues ahí me escurrí de la película y no volví. Ni el trabajo de Scarlett, respetable, ni el de Morgan, algunas veces magnífico, hay unos primeros planos estupendos, me dejaron volver. Vi el film como quien  va al super a buscar jamón ibérico y todo lo que encuentra es jamón serrano hecho en China. No sé si me explico.
 A esta película le pasará como a la olvidable Gravity, que mucho ruido y pocas nueces, lenta pero inexorablemente se hundirá en ese magma industrial donde con otros restos cinematográficos  irá alimentando a las flores que de vez en cuando brillan y se hacen imperecederas en este arte moderno.
Si alguien desea ir a verla y no ha visto Nikita, obra del mismo director, que no lo dude, que se pille Nikita y pase un buen rato. En esta película la condición humana entera, y no sólo su cerebro, le dan a la película un tinte de reflexión sobre nuestra condición que en Lucy el visionado de los guepardos acechando al pobre cervatillo, mil veces visto en los programas de animales de la 2 que todo el mundo dice que ve, o la mona tocando con su dedo al dedo de  Lucy, ¿de qué me suena esto?, no consiguen otra cosa que el que uno mire a su alrededor a ver si se ha metido por equivocación en una proyección de esas que hacen para los alumnos de secundaria con el fin de mostrar el ciclo de la vida.
En fin, una película que ya nada más estrenarse parece de saldo.
La última escena en la que Lucy ya convertida en no sé qué, le entrega a Morgan Freeman un lápiz de memoria es……..es……es que no sé…es……… Ja,Ja,Ja,Ja……es un lápiz de memoria. Podía haber sido un sacacorchos. Le hubiera dado a la película un sabor inconfundible.
Con lo caro que está el cine. Hay personas que con lo que cobran actualmente, o van al cine o comen. Y si resulta que dejas de comer para ir a ver Lucy y te encuentras lo que te encuentras, el estomago vacio te la lía. Claro, siempre que utilices el cerebro en un porcentaje adecuado.
Una última cosa: La documentación, la buena y exhaustiva documentación, cuando se escribe ficción sobre algo que tiene sus relaciones con la realidad es premisa insoslayable. No basta con leer cuatro cosas sobre el tema. Porque luego los diálogos parecen papel de fumar.

sábado, 16 de agosto de 2014

La historia siempre se repite porque el hombre es el protagonista: Matadero Cinco o La cruzada de los inocentes de Kurt Vonnegut Jr.,




Israel sobre Gaza, antes y después.

Dresde, Alemania, 13 al 15 de Febrero del 1945, tres meses antes de que acabase la Segunda Guerra Mundial. Los ejércitos del aire de EEUU e Inglaterra bombardean minuto a minuto la ciudad hasta reducirla a escombros. Una ciudad sin ningún valor estratégico ni simbólico. Toneladas de bombas, miles de muertos, los estudios llevados a cabo no se ponen de acuerdo y se barajan cifras que van desde los 40.000 a más de 100.000 víctimas.
En la ciudad hay un matadero, el número 5, que reciclado en prisión acoge a soldados norteamericanos. Sólo se salvan siete. Entre ellos Kurt Vonnegut.
¿Cómo contar eso?
Con una novela antibelicista.
¿De qué manera expresarlo?
Pues como si se tratara de una puerta loca, salida de sus goznes y que a pesar de todo quiere cumplir su misión: Tapar el hueco. Dejar al otro lado el sinsentido. El fracaso está garantizado. Peor antes cerraba…..sí, antes, cuando había paz.
Matadero 5 de Vonnegut entronca con las novelas antibelicistas, como no podía ser de otra manera, por el camino del humor y la irreverencia. Sin perder por ello la capacidad de la esperanza y la ingenuidad.
En esta estupenda obra, que yo, lector empedernido, leo ahora por primera vez a los 56 años escribió Vonnegut:
               “Lo que quería decir es que siempre habría guerras, y que serían tan difíciles de eliminar como lo son los glaciares. Desde luego yo también lo creo”
Cómo le hubiera gustado a Vonnegut apostillar este párrafo, ahora que los glaciares se están yendo a la mierda, seguro que diría mierda, mientras hay más guerras que nunca. El tiempo, maldito descarado.
El tiempo lo envejece todo, sin paliativos. Albergamos la esperanza de que hay cosas que resisten: Ciertas ideas, algunos mitos, bastantes obras de arte…etc., etc.  Esperanza fatua. Lo que ocurre es que no ha pasado bastante tiempo.
Hablo del tiempo, porque en esta novela, el protagonista, fruto de una abducción por parte de unos extraterrestres que roban para él muebles en un centro comercial para montarle un hogar cómodo al que añaden una star-girl y que viven en cuatro dimensiones, viaja en el tiempo y se pasa la novela moviéndose entre su nacimiento y su ahora, pasando por los años de la Segunda Guerra Mundial.
Como se ve un argumento desopilante que viene muy a cuento porque Kurt Vonnegut quiere hablar  de la guerra. Que es de lo más desopilante pero todo lo contrario que uno se pueda imaginar que el hombre lleve a cabo.
La vuelta a USA y el deseo de contar lo sucedido vertebra el comienzo de la novela. Siempre estaba escribiendo su novela sobre el bombardeo de Dresde. Hasta que acaba escribiéndola.
Una narración desordenada sin mucho sentido a veces, como las guerras, pero que no deja pasar una frase sin un chiste grueso,
         “Un árbol donde crece el dinero y al pie del cual los hombres se pelean y matan unos a otros, fertilizándolo”.
Sin una burla sangrienta,
         “La mujer resultaba aburrida pero era una deliciosa invitación a la procreación. Los hombre que la miraban deseaban al instante cargarla con bebés”.
 O toda una declaración de intenciones irreverente,
          “Era un buen soldado, siempre dispuesto a desertar o encontrar a alguien a quien rendirse”
Mención especial merece esa originalísima manera de planificar una paz, la querra al revés: En las páginas 89 y 90 de la vieja edición de Bruguera de 1977 que tengo entre las manos y aprovechando el visionado de una película belicista Vonnegut nos cuenta como los aviones van recogiendo las bombas que desde el suelo suben hasta ellos, como los edificios van elevándose intactos y retadores, como el humo y el fuego se va apagando, como los aviones vuelven a sus hangares y como pilotos y ciudadanos, intactos se acuestan en sus camas. La ciudad en paz y los cuarteles en silencio. Estas dos páginas vienen a ser como la guinda de un pastel divertido y ocurrente que transforma el pesimismo y la rabia por tanta muerte y tanto dolor en una crítica feroz, hilarante e implacable.

PD: Llevaba esta pequeña reseña unas semanas en mi escritorio virtual y no sabía por qué. Después de los bombardeos de Israel sobre Gaza, de USA sobre Ira, de Siria sobre Siria y de que un avión comercial fuese abatido cuando pasaba por Ucrania me doy cuenta de que el ¿por qué? es en realidad un ¿para qué? Y tengo que admitirlo: No lo sé.
Léanla, a pesar de todo.