sábado, 21 de febrero de 2015

"Los amantes pasajeros" de Pedro Almodóvar (1913)





Ayer tuvimos noche manchega en TVE1. Primero José Mota, manchego, y su descacharrante irreverencia contra todo lo que se mueve. ¡Cuánto ha ganado este humorista volviendo a las raíces!
Y después Pedro Almodóvar, con su película “Los amantes pasajeros”, al que, indiscutible en su originalidad, se le escapan humoradas de La Mancha cada vez que pisa el pedal del sarcasmo y  la burla.
Un humor, éste de La Mancha que lleva a escuchar diálogos del tipo,
-¡Qué te pasa, hombre, que andas cabizbajo?
-Pues que me va a pasar, que estoy preocupado.
-¿Y eso?
-Pues que no sé….., que no sé si casarme o comprarme una bicicleta.
Genial. No me digan que no. Un saludo a los de la muchachada.
A estas alturas de los aconteceres sospecho que Miguel de Cervantes no sitúo su Quijote en La Mancha por casualidad.
 Pero vayamos a la peli. Debo decir para empezar que yo nunca he sido un almodovariano, que me divertí con sus pelis de los ochenta, gamberras, iconoclastas, burlonas…. en fin, vitales y sinceras que me parecieron un ejercicio catártico para el país y que me ilusioné con “Que he hecho yo para merecer esto”, y que luego todo fue fragmentario y anecdótico con ramalazos de genio.
“Los abrazos rotos” tiene el peor comienzo de una película que yo haya visto y “La piel que habito” me pareció una película imposible con un Antonio Banderas al borde del marmol.
Así que cuando se estrenó “Los amantes pasajeros” no fui a verla, a pesar de que en los tráileres que vi había escenas muy sugerentes.
Es muy posible que esto de no ser almodovariano tenga más que ver con el hecho de que soy español, como él, que con la calidad de sus películas. Me explico.
He sufrido la España casposa, retrograda y represora que ha sufrido Pedro Almodóvar. Jalee sus pelis de los ochenta por lo que tenían de reivindicativas, de rechazo a la inexistencia de la libertad…o sea más en plan militante que en plan cineasta. Así que una vez asumido que este país era como Almodóvar ponía al descubierto… la etapa había concluido. O sea, Pedro Almodóvar es ese amigo que cuenta unos chistes geniales pero que tú ya has oído y vivido muchas veces. O ese filosofo con el que te identificas tanto que cuando te hablan de él, dices es genial, y que cuando te preguntan si has leído su último libro dices que no. Esa razón que hace que adoren a Almodóvar en el extranjero y que aquí en España haya un sector muy tibio en cuanto a su aceptación. Algo parecido debe pasar con Kusturica en Serbia. Presiento. Cosas de familia.
Pues yo que no vi “Los amantes pasajeros” en su momento, anoche me lo pasé muy bien. Y es que hay mucho Almodóvar de los ochenta en esta película. Junto al manierismo de sus decorados y desarrollo sincopado de las tramas y una irregularidad maldita en los guiones, en esta película brilla de una forma absorbente el magnífico trío de azafatos que en sus actitudes y diálogos me parecieron deliciosos. Sobre todo  Javier Cámara que construye un personaje milagroso que durante toda la película se mueve como un equilibrista entre el histrionismo y la naturalidad sin llegar a caer de ninguno de los dos lados. Uno de sus mejores papeles.
Se nota que las tramas policiacas y la crítica social y política a Pedro Almodóvar  no le inspiran. En esta historia se notan impostadas y entorpecen más que otra cosa lo que  a él de verdad le interesa e inspira y que viene a ser las cosas del corazón y más concretamente las del querer amar y las del querer follar.
Si Almodóvar hubiera montado un corto con las andanzas de los tres azafatos el resultado artístico y creativo no se hubiera resentido para nada. Incluso si hubiera querido alargarlo, centrándose más en ellos. Daban para mucho estos tres “elementos”.
Ahora que hablando de los ochenta veo a Almodóvar tan en forma todavía y con tanta gana de guerra, su valentía en los Goya, muchos jóvenes allí presentes deberían avergonzarse de que un “viejo” fuese el protagonista de lo más contestatario del acto, estaría muy bien que hiciese un esfuerzo de transustantación, transmigración o lo que sea, y se imaginase joven y veinteañero, sin fama ni premios ni trabajo ni ná, en esta época de tanta libertad y tan poca capacidad de utilizarla. E hiciese un laberinto de pasiones con políticos cutres, contertulios ignorantes y mercenarios, desahuciados,  clientes de pateras y  ejecutivos al filo. Echándole toda la rabia y pasión que le puso a la bienvenida que le dirigió a nuestro ministro. Estoy seguro que de nuevo sentiríamos una brisa refrescante y saludable.
Esta película me ha enganchado otra vez al cine de Pedro Almodóvar. Iré a ver Silencio.

domingo, 8 de febrero de 2015

Wallflower de Diana Krall, ¿también en la senda de las versiones?.



Wallflower (Amazon Deluxe Exclusive)

Uno de los problemas con los que se encuentran los artistas que han llegado a su cima creativa, en cualquier disciplina, es, no mantenerse, si no qué hacer a continuación.
Yo, que llevo disfrutando de la música desde los setenta, observé que por los ochenta empezó a suceder algo que después ya  se hizo normal. Un grupo o un músico debutaba con un producto absolutamente personal y elaborado, triunfaba a tutiplén…. y después qué.
Un ejemplo paradigmático de esto es Dire Straits, sus dos primeros discos, Dire Straits y Communiqué, los mejores, fueron propios de un grupo sólido, con las ideas claras y un Mark Knopfler en estado de gracia. Discos frescos, talentosos, originales.
Después…por aquí, por allá….se acabó lo que se daba.
Nada que ver con los primeros discos vacilantes, con fuerza pero sin cuajar de The Beatles, The Doors o The Rolling Stones que tienen que esperar a su cuarto o quinto disco para triunfar y tener un estilo personal y diferenciado.
Hasta hoy, en que abundan los artistas de un solo disco, a veces ni bueno, que salen al escenario y brillan como una cerilla.
Y es que en las casas de discos, los de mercadotecnia han aprendido mucho y lo emplean mal y los productores musicales ponen en el disco tanto o más que el autor.
Así que no es raro que continuamente se vuelva la vista a lo que fue. Y reunidos en conclave se decida hacer un disco de versiones. Ya se sabe, si no hay veta hacia delante, mejor volver para atrás.
Las versiones tienen un problema: Si haces versiones de éxitos, lo tienes complicado para superar el original o para darle un nuevo aire y para hacerlas de temas del montón, pues igual mejor te pones a crear tú.
Diana Krall, poderosa y magnífica voz del jazz, desde su primer disco deslumbró. La calidez de su voz, la intensidad de sus interpretaciones y digámoslo todo, el maravillosos universo musical que ofrece el jazz en el que se mueve con maestría la han convertido en la reina indiscutible del mismo.
Está en la cima. ¿Y ahora qué? No quiere repetirse y hacer otro magnífico disco de jazz. Y es entendible. El artista necesita retos, hacer cosas nuevas.  Y se plantea este disco y lo hace.
Se ha cruzado en el camino con Bob Dylan que venía. Ella ha hecho el camino contrario al de él, ella ha ido del jazz al mundo del rock y las baladas. Pero les diferencia una cosa, mientras Dylan ha olvidado su estilo y se ha plagado y sumergido en las canciones, Krall ha hecho suyas las canciones, y el resultado ha sido medio pasable cuando la canción se acercaba a su estilo. Así, resulta  aceptable  “Sorry seems to be the hardest word” de Elton John,  parece que incluso se enchufa en la versión de la canción de 10CC, “I’m not in love”, y sólo los arreglos hacen intensa la canción, al final.
Hay otras versiones que sólo consiguen echar de menos el original y otras que son, de la misma manera que el original, grises. Aunque la voz de Diana Krall siga hipnotizando.
Nadie que haya escuchado “Desperado”, interpretada por The Eagles, o “California Dreamin’” de The Mamas &  The Papas, o la estupenda “Alone again naturally” cantada por Gilbert O’Sullivan entenderá la razón de estas versiones. Artísticamente hablando, claro.
Porque las versiones también son un reto y no una manera segura y cómoda de hacer algo mientras vemos hacia dónde vamos. Ahora mismo me vienen a la mente tres versiones magníficas de tres canciones brillantes. La que hace Neil  Young de “All Allong The Watchtower” de Bob Dylan, la de Johnny Winter de “Highway 61 revisited” también de Bob Dylan o la versión sobrecogedora del “Hallelujah” de Leonard Cohen que hace el tempranamente desaparecido a los 31 años Jeff Buckley  y que si no te conmueve es porque no tienes emociones.
Si alguien quiere disfrutar de Diana Krall que vaya sus primeros discos, llenos de swing y jazz, cálidos y algunos ardientes, imperecederos. Y más baratos.
Y cuando se trate de versiones no quedarse en ellas, ir al origen. Más de uno, en estos tiempos en que la música se vende como si de embutidos o chucherías se tratase, se llevará agradables sorpresas.

martes, 3 de febrero de 2015

Muchas sombras en el “Shadows In The Night” de Bob Dylan




Vaya por delante que soy un “dylaniano” en todas sus variantes.  He gozado y gozo de las letras intrincadas de sus canciones. Me entusiasman esas versiones que hace de sus propios temas que ni él reconoce, que siguen siendo canciones fantásticas. Disfruto de su figura desmadejada y frágil que se transforma en una maquina potentísima sólo con su guitarra, su armónica, su voz y la munición de lo que dice. Fui cómplice cuando se pasó a lo eléctrico y acertó de pleno. Y hasta me he reído cuando ha hecho alguno de esos disparatados discos en los que no se le reconocía la voz. Incluso cuando ha ido a cantarle al Papa. O le ha cantado a Dios.
Y ahora saca este disco de versiones de estándares del Jazz. Bueno. Otra más.
Lo ha vuelto a hacer: Le apetecía hacer este álbum y lo ha hecho. Y vuelve  a demostrar que lo suyo no es todo y que no puede hacerlo todo bien.
Este disco se podía haber enfocado de tres formas:
1) Versiones dylonianas de clásicos del jazz. Es decir, “rhythm  & blues country” a todo trapo y su rota voz desgranando penas y abandonos. Percusión, guitarras, algo de piano u órgano Hammond, algo de armónica. Vamos, lo suyo. Hubiera estado bien, muy bien.
2) Su voz acomodada a una clásica banda de jazz, con sus solos e improvisaciones. No sé cómo hubiera ido. Podría haber resultado. Aunque no veo su voz muy jazzística.
3) Clásicos  estándares del jazz tratados como canciones de Doris Day. Una pena.

Pues esta última opción es la que ha escogido Bob Dylan. Y así ha salido el disco. Absolutamente prescindible. Y peligroso. Peligroso si hay alguien que nunca ha escuchado a Dylan y empieza por este disco.
Sólo hace falta escuchar la versión del “Autumn Leaves”.  Suena  a  “Winter Leaves”. Una canción que despide tanta nostalgia, que casi se oye llover…….y con Dylan da pena.

No tengo otra intención que advertir a los que, por primera vez, se enfrenten a  Dylan que no lo hagan con este disco.  Verán, Bob Dylan es un genio y como todo genio no sigue una pauta y no siempre hace genialidades, a veces la caga, este disco no es una cagada pero no es Dylan. Es Bob.
Si quieren acercarse a él, cómprense “Blood on the Tracks” de 1975, “Blonde on Blonde” de 1966 o “Highway 61 Revisited” del 1965. La trilogía de la Magia. Si no saben inglés, y si lo saben también porque muchas veces entender lo qué perora el genio de Minessota  es imposible, cómprense alguno de los múltiples libros que hay en el mercado con sus letras. Con esos tres discos disfruten una temporada. Y después escojan los discos que vayan queriendo pero ya sabiendo hasta donde ha llegado este hombre con su genio poético y musical. No en vano ha estado nominado al Nobel de literatura unas cuantas veces.
“Shadows in the Night” es una curiosidad en la producción de Dylan, un capricho. Como si Miguel Ángel hubiese dibujado un tebeo o Mahler hubiese compuesto una sardana. Con todos mis respetos a los dibujantes de comics, los compositores de sardanas y por supuesto a los grandes estándares del Jazz.
Otra cosa buena tiene mi consejo: Que los discos que recomiendo están más baratos que el que acaba de salir.
Eso sí, si los escuchan corren el peligro de quedar atrapados para siempre en su magia, que hará que este hombre en unos siglos, si seguimos por aquí, esté al lado del mencionado Mahler.