sábado, 28 de noviembre de 2015

“Ocho apellidos catalanes” de Emilio Martínez Lázaro (2015)

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A ver, si hablamos de vender chorizos, coches, material informático, ultramarinos y así, para ganar dinero, pues esta película es un buen negocio pero si hablamos de arte, imaginación, creación, originalidad dado que el cine es el séptimo arte pues esta película es un fracaso.
“Ocho apellidos vascos” fue una película fresca, divertida, sorprendente- era la primera vez que nos veíamos tal y como somos- y tocábamos uno de los asuntos que tenemos por arreglar en este país: Aceptarnos cómo somos los unos a los otros y ser capaces aún así de convivir y tener un futuro, juntos. Y reírnos de ello, a pesar de lo poco alegre que ha sido la época pasada en el País Vasco.
No era muy original, pues ya en Italia y Francia habían hecho algo parecido pero era nuestro.
Hacer una secuela estaba cantado, casi como si una fuerza de la gravedad cinematográfica interviniese en el asunto, y que versaría sobre Catalunya caía por su propio peso……se pedía a gritos... y ahora “arturmás” que nunca, si se me permite el chiste fácil.
Y no tenía por qué haber salido mal, ha habido segundas partes que han merecido la pena, sin ir más lejos los emblemáticos “Padrinos” de F. F. Coppola.
Pero ha salido fatal.
“Ocho apellidos catalanes” es una película construida de prisa, chapucera, más apoyada en su predecesora que en sí misma, sin gracia, que repite algunos chistes casi al pie de la letra de la primera… la gracia de la ristra de apellidos catalanes sobraba.
Con situaciones cinematográficas que ya deberían estar prohibidas en cualquier película… como ser sorprendido en una habitación en la que no deberías estar y salir a la terraza medio en bolas…..ese baile intimo en una sala, mientras la fiesta está en los jardines, al ritmo de…...un vals.
Escenas vistas mil veces en mil películas.
Y eso ha pasado no porque no tengamos guionistas buenos que los tenemos y no porque los de esta historia no lo sean, sino porque no ha habido tiempo y seguro que muchos condicionamientos de índole económico han llevado el proyecto al cajón en el que las cuestiones crematistas se imponen a las artísticas. Y así ha sido, porque el que manda así lo ha querido.
Algo que quizás a corto plazo puede ser productivo pero que dudo que lo sea a largo plazo. Esta película, para empezar no creo que tenga el recorrido exitoso de la primera, los primeros días sí lo ha tenido porque la maquinaría publicitaria ha funcionado a la perfección y el buen sabor dejado por su antecesora ha hecho mucho, pero me temo que el boca a boca que tan bien funcionó en la primera no lo haga ahora. Y para terminar una tercera secuela que parece esbozarse con la aparición en la historia de una gallega, de incognito, veremos si se lleva a cabo.
El guión que ya he dicho que es una copia del primero tiene un comienzo de brillantez en el planteamiento: Una abuela desconectada del tiempo a la que han hecho creer que Catalunya ya se ha independizado. Y ya está.
Al remedo que es de la anterior hay que añadirle un desarrollo del mismo sin continuidad. Cada escena es una pegatina.
Sobran los alardes imitativos de Dani Rovira. Los chistes de la pareja de amigos sevillanos huelen a rancio. Rosa María Sardá hace un gran esfuerzo por no interpretar a Rosa María Sardá. Se le agradece. Carmen Machi y Karra Elejalde vienen directamente de “Ocho apellidos vascos”. Y con Berto Romero, que tan fresco y divertido se suele mostrar en directo, aquí parece un acartonado actor de carácter, que cada vez que la cámara lo enfocaba…yo me decía: Detrás está el director, el cámara, el ayudante de dirección, el de iluminación, los amigos, el guionista, el ayudante de producción…vamos que me iba de la película.
Si a esto se le añade que yo vivo a escasos quince minutos en coche de Monells, localidad en la que se rodó el film, y que en mi vida he visto unos castellers por aquí… y que entre los extras había gente conocida… más concretamente mi gestor bancario al que veo cada dos por tres. Pues no ha habido manera de que me haya creído la película en ningún momento.
Espero que la secuela gallega se haga esperar. Por el bien del cine como arte.
Un detalle lamentable extra cinematográfico, o no, a tener en cuenta y vigilar que cada vez es más aterrador: El poder de los medios de comunicación que no sólo están dispuestos a endosarnos cualquier cosa si no a convencernos de su excelencia.
Sí, ya sé que siempre ha existido… pero ahora más y mejor, para ellos, los medios, y menos y peor, para nosotros, los consumidores.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Life feels Good de Maciej Pieprzyca (2013)




Preciosa y entrañable historia sobre la vida. La vida, desnuda y simple, como la de una bacteria o un virus. Vivir. Vivir. Como sea y en las condiciones que sea.
Es la aventura vital y real de un enfermo de parálisis cerebral que incapacitado para la comunicación y ante la ignorancia de sus familiares debe aguantar durante 26 años una existencia en la mayor de prisiones que puede haber y más pequeña. Su cerebro. Los barrotes de su cárcel no son unos trozos de hierro rodeándole o unas instalaciones que no le permitan disfrutar de lo que se puede llamar “libertad cotidiana”, si no que sus barrotes son unos débiles y finísimos filamentos que indóciles y rebeldes se han declarado en huelga en su cerebro, impidiéndole simplemente ser.
Pero el cariño de su padre, entrañable personaje, siembra en él un mundo que a pesar de todo merece la pena vivir. Es la Polonia de Walesa, de la apertura democrática del país, pero para nuestro protagonista como si fuese el inicio del mundo. A su alrededor todo se desliza porque así tiene que ser. Todo está bien.
Son conmovedores sus intentos de demostrar que no es un vegetal. Ese pasador del pelo. Intentos que para cada uno de nosotros se repiten de manera incesante desde que nos levantamos cada día hasta que nos acostamos pero que a él se le presentan de lustro en lustro. Y nunca ante interlocutores avispados. Esa vecina adolescente que pasa por su vida como una desoladora oportunidad o esa voluntaria que lo utiliza de manera implacable para sus propios planes de venganza frente al padre. Hasta que llega la oportunidad de poder expresar por primera vez quién es.
Y por fin tomar decisiones y elegir conscientemente. Eso que hace a los seres humanos definitivamente distintos a cualquier otro ser vivo. Dónde quiero vivir y estar. Quién quiero ser.
Todo esto en un guión en el que no falta el sentido del humor, a pesar de todo. En el que hay escenas de una intensidad demoledora. La apetencia sexual que le sirve a nuestro protagonista para hacer chistes también sirve para construir una imagen de la impotencia más desoladora que pueda haber. O esa despedida de su primer amor por la rendija que deja la puerta al ras de suelo. O la toma de conciencia de su madre de que durante 26 años ha estado ignorando a un hijo al que ha dedicado toda su vida pero al que nunca supo entender. Y esas postales de su hermano marinero, que van llegando desde diferente partes del mundo, tan remotas para él como La Osa Mayor que su padre le mostró de pequeño.
No hay palabras para elogiar el trabajo de interpretación del protagonista que no sólo se mete mentalmente en el papel de un enfermo de parálisis cerebral dándole toda la veracidad y credibilidad posible si no que físicamente raya el prodigio con unas contorsiones que me estaban haciendo daño a mí en la espalda. Mención especial merece la escena que se desarrolla frente al tribunal que está examinándolo para evaluar su capacidad o incapacidad mental y en  la que el protagonista decide tomar las riendas de su destino. Memorable esa especie de baile de la cobra. Excepcional.
Y si van a ver la película no se pierdan los créditos del final, una costumbre muy popular en nuestros cines, pues se perderán la prueba del algodón de que esta historia ha merecido mucho la pena verla. Imprescindible. Aviso.

sábado, 7 de noviembre de 2015

“Porque parece mentira la verdad nunca se sabe” una novela de Daniel Sada.






Creo que comparar una novela con una habitación sería un símil muy gráfico que nos permitiría a partir de él, hablar de esas habitaciones amplias pero vacías con algunos cuadros aparentes, colgados de sus paredes pero sin lugar en el que sentarse, sin mesa en la que poder ponerse a comer y sin comida y sin agua. O esas habitaciones que se parecen a otras, imitadoras, sin sustancia, con olor trasnochado. O esas habitaciones llenas de muebles de mírame y no me toques, que se desmoronan en cuanto los usas. O esas habitaciones que se han conformado según la última ventolera que pasó por su puerta. En fin.
Pues si una novela es un a modo de habitación, esta novela de Daniel Sada es, o un almacén inagotable de delicias o un festín gramatical y léxico para zampones que no correrán el peligro de ver agotadas las existencias. Es decir, puedes entrar y comer hasta reventar o puedes entrar de vez en cuando y llevarte un delicatesen.

 Por ejemplo, lo que escribe Daniel Sada sobre lo que le parece un profesor ignorante que es interrogado por un alumno. Lo explica así: “… como hacen los profesores chachos que por ser de medio pelo tienen que enredar lo simple y lo difícil saltárselo, así que dada la chanza pues ¡órale!: el revolteo, y ahí tenemos los atores, en principio, cual rebanes….” Pg. 635 de la edición de Tusquets (Junio 2001).

El prodigioso oído de Sada para captar el lenguaje mexicano, en toda su salsa, con sus ritmos, sus trabalenguas, sus silencios y su dinámica, hace que leyendo el libro, a ratos, te escuches expresándote como el inefable Cantinflas de nuestra infancia: “… circulando en la estación de autobuses, en concreto, menos-menos: y algo:¿Cómo?, ya recreo: pujante fugacidad. No sin agregar, de paso, el frenesí incomparable de ir a orinar ¡a capricho!... ¿Eh? De una vez: prevenirse, no fuera a ser en el viaje… ¡Fue entonces que se dio prisa!” Pg. 95.
De hecho, si leyendo abandonas el fraseo del lector, frío y neutro, y le metes el soniquete del güey zumbón, la lectura se desliza como émbolo engrasado que hubiese encontrado su justo camino.

Otro ejemplo de su  creatividad. Dos personas hablan. Una no quiere preguntar directamente lo que desea saber y la otra, sabiéndolo, no termina de confesar. Pues Sada va y escribe: “Si mediante zarandajas de proximidad y chasco ni el preguntón acertaba ni el otro le daba pistas, diose, en efecto, un rejuego de charadas casicasi, y un < a ver… a ver… ya mero>, hasta que vino el sofreno.” Pg. 347.
O para decir un fajo de billetes: “Rollito billetoso” Pg. 350.
Por no hablar de ese inglés violado, sometido a la disciplina del castellano donde lo que suena es lo que se escribe: “Di cuestión is veri eslou, and anfiling for dobl entri… ¿And juat tu du in dis moment?” Pg. 342.
Hay más:
-Preguntas de un interrogatorio que se plantean y se contestan cuando el narrador tiene a bien o no. Fiel reflejo de lo que puede ser una investigación de asesinato en este país.
-Dos sueños que se pelan por explicarse y el narrador entremedia tratando de poner orden.
Y así durante casi setecientas páginas para explicar algo cotidiano y normal en México: El asesinato de unas decenas de personas por el simple hecho de protestar por lo que ellos creen una injusticia. El libro se publicó en 1998.
A finales del año pasado, 2014, 43 alumnos de Ayotzinapa, ciudad del Estado de Guerrero en México, fueron secuestrados y asesinados, no se sabe con certeza, si por narcos o políticos corruptos o por ambos, en acostumbrada complicidad.
Desde España a cualquiera se le puede ocurrir pensar que Sada es un adivino que hace previsiones y adivina el futuro. Pero en México decir que desde hoy y en un año morirán asesinados unos cuantas miles de personas es algo que todo mexicano sabe y además en muchos de ellos el verdugo quedará impune.
Así que Sada no es un adivino, es un creador que se remueve incomodo, estupefacto y un mucho resignado ante una situación, ante la que una tragedia griega no llega ni a aperitivo. ¿Qué queda pues? Pues por ejemplo, escribir esta novela que en su forma refleja un poco de esa sinrazón, sinsentido, confusión, anarquía que lleva a quitarle todo valor a la vida de un ser humano. Una mosca, un gusano merecen el mismo respeto. Y eso es lo que hace Sada en esta novela tan desmesurada en su planteamiento e ilación.
Una verdad que parece mentira. Una realidad que ojala fuese una pesadilla.
La gramática, el léxico son retorcidos en busca de un fiel reflejo de lo que ha llegado a ser el respeto por la vida de las personas en México. Daniel Sada no ha encontrado mejor manera  de comunicarnos la impotencia ante esta situación. Y bien que lo consigue. Un festín de palabras en frases contorsionistas para contar un festín de buitres trajeados y uniformados.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Poesías completas de Emily Dickinson

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Se presenta difícil hablar de Emily Dickinson y su obra poética. Es evidente, de entrada, que los epítetos de enigmática, inextricable, críptica, ininteligible, profética, bíblica, misteriosa y a veces, por breves versos, resplandeciente y deslumbrante, le vienen cabales a su poesía.
Animar a alguien a que lea sus versos puede ser un riesgo…ya que si es amigo, se puede estar en peligro de perder esa amistad, y si simplemente es un conocido, pues éste, en algún momento de la lectura, te recordará como loco, ido o extravagante, cosa que a buen seguro fue Emily Dickinson, más en los últimos años, en los que aún limitó más su relación con el mundo exterior, si es que se podía.
Es una aventura intelectual y sensitiva adentrarse en sus versos. Como a la poesía de Celan o a la de Char, a la poesía dickinsoniana uno no se puede acercar con ideas hechas. Cualquier presuposición salta hecha pedazos a la primera de cambio.
Por ejemplo, uno lee, abro al azar el libro editado por Visor y leo en la página 457

Un Diente sobre Nuestra paz
No puede estropearla –
Entonces, ¿Para Qué está el Diente?
Para dar vida a la Gracia –

El cielo tiene un infierno –
Para señalarse a sí mismo –
Y cada signo antes del Lugar
Está Dorado con Sacrificio –

Para los que no están familiarizados con la poesía de Dickinson, decirles que las mayúsculas y los guiones no son aportación mía si no que es una característica de esta autora que coloca mayúsculas y guiones allá dónde le parece sin poder el lector sacar una conclusión plausible o lógica que tenga algún sentido.
Dicho esto, ¿Qué se puede pensar de estos versos? ¿Qué se puede decir?  No mucho, la verdad. O no mucho que sea definitivo. Por aproximación. Por sentimiento.
¿De qué tratan estos versos? ¿Del cielo y del infierno? ¿De aquello que nos hace felices y de lo que a la vez nos hace desgraciados? ¿De nuestra animalidad y nuestra espiritualidad? ¿De la imposibilidad de conseguir algo si antes no ha habido un sacrificio? ¿Hay una experiencia personal en esos versos, una cita de la Biblia? ¿Un dicho local? ¿Qué?
No lo sé, sinceramente. La leo una, dos, tres, cuatro veces y la sensación que tengo es de que oigo campanas pero no sé dónde, aunque en cada nueva lectura tengo la sensación de estar más cerca… hasta que la abandono, rendido, porque sospecho que estaré eternamente acercándome a esas campanas sin llegar ni a verlas ni a tocarlas alguna vez. ¿Entonces?
La sensación es de haber afilado un poco más el espíritu, de haber profundizado un poco más en uno mismo…como si la poesía de Dickinson fuese el cicerone de unos espacios o pasillos inextricables que todos llevamos con nosotros mismos y de los que la misma Emily Dickinson no sabe gran cosa más. Ella tampoco puede aprehenderlos, también oye campanas, aunque quizás más cerca que nadie.
En este laborioso leer y a veces ejercicio de disciplina, algunas veces surgen verdaderos fogonazos que te confirman que Dickinson no podía hacer otra cosa que escribir versos, que ignoraba de dónde venían, pero que hablaban de una realidad eterna inextinguible, incluso más allá de que nosotros sigamos por aquí o desaparezcamos. Una confluencia entre espiritualidad y metafísica que transformó la poesía para siempre y por ende las posibilidades creativas del hombre.
Una poesía que ofrece el resultado de una destilación extremadamente exigente, para darnos versos del tipo de,
-Nosotros significamos “Estos ven”.
-Las Personas fuera de las Ventanas.
-La intuición de las noticias en un pueblo rural.
-La esencia de hablar es la impotencia de decir.
-Acepta el saqueo En nombre del progreso.
-La Naturaleza asigna el Sol- Eso- es la Astronomía.
-La contrición de la bayoneta nada significa para el muerto.
-Me di a mi misma a Él Y lo tomé a Él en pago.

Versos que a veces parecen encerrar novelas, cuentos, obras de teatro.
Y aún más, si alguien se acerca a esta poesía y saca la conclusión de que son vómitos de mojigata y solterona solitaria, producto de la frustración, que no se extrañe que sea así y esté dando una certera conclusión. Pero como al fin lo que cuenta es lo que nos conmueve o no…pues eso es lo que, resumiendo, tenemos que valorar. Porque

Hay una palabra
Que blande una espada
Y puede atravesar a un hombre armado -