lunes, 2 de noviembre de 2015

Poesías completas de Emily Dickinson

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Se presenta difícil hablar de Emily Dickinson y su obra poética. Es evidente, de entrada, que los epítetos de enigmática, inextricable, críptica, ininteligible, profética, bíblica, misteriosa y a veces, por breves versos, resplandeciente y deslumbrante, le vienen cabales a su poesía.
Animar a alguien a que lea sus versos puede ser un riesgo…ya que si es amigo, se puede estar en peligro de perder esa amistad, y si simplemente es un conocido, pues éste, en algún momento de la lectura, te recordará como loco, ido o extravagante, cosa que a buen seguro fue Emily Dickinson, más en los últimos años, en los que aún limitó más su relación con el mundo exterior, si es que se podía.
Es una aventura intelectual y sensitiva adentrarse en sus versos. Como a la poesía de Celan o a la de Char, a la poesía dickinsoniana uno no se puede acercar con ideas hechas. Cualquier presuposición salta hecha pedazos a la primera de cambio.
Por ejemplo, uno lee, abro al azar el libro editado por Visor y leo en la página 457

Un Diente sobre Nuestra paz
No puede estropearla –
Entonces, ¿Para Qué está el Diente?
Para dar vida a la Gracia –

El cielo tiene un infierno –
Para señalarse a sí mismo –
Y cada signo antes del Lugar
Está Dorado con Sacrificio –

Para los que no están familiarizados con la poesía de Dickinson, decirles que las mayúsculas y los guiones no son aportación mía si no que es una característica de esta autora que coloca mayúsculas y guiones allá dónde le parece sin poder el lector sacar una conclusión plausible o lógica que tenga algún sentido.
Dicho esto, ¿Qué se puede pensar de estos versos? ¿Qué se puede decir?  No mucho, la verdad. O no mucho que sea definitivo. Por aproximación. Por sentimiento.
¿De qué tratan estos versos? ¿Del cielo y del infierno? ¿De aquello que nos hace felices y de lo que a la vez nos hace desgraciados? ¿De nuestra animalidad y nuestra espiritualidad? ¿De la imposibilidad de conseguir algo si antes no ha habido un sacrificio? ¿Hay una experiencia personal en esos versos, una cita de la Biblia? ¿Un dicho local? ¿Qué?
No lo sé, sinceramente. La leo una, dos, tres, cuatro veces y la sensación que tengo es de que oigo campanas pero no sé dónde, aunque en cada nueva lectura tengo la sensación de estar más cerca… hasta que la abandono, rendido, porque sospecho que estaré eternamente acercándome a esas campanas sin llegar ni a verlas ni a tocarlas alguna vez. ¿Entonces?
La sensación es de haber afilado un poco más el espíritu, de haber profundizado un poco más en uno mismo…como si la poesía de Dickinson fuese el cicerone de unos espacios o pasillos inextricables que todos llevamos con nosotros mismos y de los que la misma Emily Dickinson no sabe gran cosa más. Ella tampoco puede aprehenderlos, también oye campanas, aunque quizás más cerca que nadie.
En este laborioso leer y a veces ejercicio de disciplina, algunas veces surgen verdaderos fogonazos que te confirman que Dickinson no podía hacer otra cosa que escribir versos, que ignoraba de dónde venían, pero que hablaban de una realidad eterna inextinguible, incluso más allá de que nosotros sigamos por aquí o desaparezcamos. Una confluencia entre espiritualidad y metafísica que transformó la poesía para siempre y por ende las posibilidades creativas del hombre.
Una poesía que ofrece el resultado de una destilación extremadamente exigente, para darnos versos del tipo de,
-Nosotros significamos “Estos ven”.
-Las Personas fuera de las Ventanas.
-La intuición de las noticias en un pueblo rural.
-La esencia de hablar es la impotencia de decir.
-Acepta el saqueo En nombre del progreso.
-La Naturaleza asigna el Sol- Eso- es la Astronomía.
-La contrición de la bayoneta nada significa para el muerto.
-Me di a mi misma a Él Y lo tomé a Él en pago.

Versos que a veces parecen encerrar novelas, cuentos, obras de teatro.
Y aún más, si alguien se acerca a esta poesía y saca la conclusión de que son vómitos de mojigata y solterona solitaria, producto de la frustración, que no se extrañe que sea así y esté dando una certera conclusión. Pero como al fin lo que cuenta es lo que nos conmueve o no…pues eso es lo que, resumiendo, tenemos que valorar. Porque

Hay una palabra
Que blande una espada
Y puede atravesar a un hombre armado -


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