lunes, 15 de febrero de 2016

El Renacido de Alejandro G. Iñárritu (2016)




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Las películas de este director siempre son desmesuradas, cuando no es porque engloban varias historias, algunas veces descaradamente independientes, es porque el tema es tratado con tremendismo o con una extensión que evidencia su deseo de contarlo todo y de las formas que haga falta.  Y esto a mi me produce sentimientos encontrados. Por un lado no me agrada la dispersión, ni el hacinamiento de escenas, ni la mística que rodea algunas veces sus historias pero por otro lado debo confesar que salgo de sus películas saciado. Harto. Con ganas de tomar un digestivo espiritual. Vi este film un miércoles, ya saben la tarifa barata, y tenía previsto también, ver por segunda vez “La gran apuesta”, en la primera casi no la disfrute perdido entre tanto concepto financiero que no entendía, y no pude. No me veía capaz de entrar en otra sala con las dos horas y media de épica que me acababa de meter en el espíritu. Estaba ahíto.
Porque esta historia es una historia del Oeste, del Oeste más primitivo, cuando los tramperos y los pieles rojas empezaban a conocerse, cuando aún los franceses no se habían resignado a perder su posibilidad colonizadora en América del Norte, pero un Oeste salvaje, fotografiado en toda su plenitud con ríos infinitos, cimas inexpugnables, manadas de bisontes y despeñaderos de vértigo pero también es la historia de una venganza, también la historia de un mundo supersticioso, también la historia de hombres íntegros que nunca olvidan su deber ni su hogar y también de hombres ruines pero valientemente desesperados. Un mundo donde se pelea con osos o se descuartiza un caballo para meterse dentro de él. Un mundo dónde, inverosímilmente, un hombre no muere nunca o muere a cada momento. Todo con la cámara distorsionada, muchas veces, de Iñárritu que muestra así su manera de hacer poesía con las imágenes. Estupenda la espadaña al borde de dos mundos, como si fuese una puerta al infierno.
Porque este director monta las películas casi siempre con otra intención diferente de la que parece estar mostrando o al menos con mucha más intención de la que parece. No son películas de tesis pero casi.
A mí me gusto más “Birdman” que ésta, me pareció una película más redonda, pero sin embargo ésta me parece una película más difícil de hacer, más arriesgada, que toca un tema ya mil veces contemplado y narrado, de hecho me acordé en varios momentos de la excelente película de Jim Jarmusch, “Dead Man”, en la que Johnny Depp borda un papel de timorato hombre del Este, pero en la que sin embargo Iñárritu consigue dejar su huella de cineasta expresionista que más allá de la historia quiere dejar su impulso creativo. Lo que le permite volver sobre cualquier tema, mostrando una nueva perspectiva.
En cuanto a la interpretación, al ser una película de barbudos, con lo que los rostros son máscaras, y además épica, con lo que la acción sobresale a la emoción, sólo cabe hablar de Leonardo DiCaprio.
Es un gran actor, ya desde aquella inolvidable película que compartía con el arriba mencionado Depp, “¿A quién ama Gilbert Grape?”, ha mostrado unas dotes para la interpretación sobresalientes pero en esta película no me parece que brille especialmente. Arrastrarse, ponerse intenso y gritar, por muchas cicatrices que muestres, no exige grandes dotes. Si no hace más, no es su culpa. Si le dan el Oscar, se lo merece. Por todo lo que tiene detrás y por las ocasiones pasadas.
Resumiendo: Se pude ver y disfrutar. Buena historia, grandes espacios salvajes y muchos lances. Un entretenimiento. Me temo, que menos de lo que pretendía Iñárritu.

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