jueves, 3 de marzo de 2016

"El hijo de Saúl" de László Nemes (2015)


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Algún día habrá que dejar de hacer películas sobre el holocausto judío ocasionado por los nazis y dejarán de aparecer escritos sobre el mismo tema.
En el aspecto testimonial no creo que haya nadie en el planeta que ignore estos sucesos, salvo quizás los indígenas del Amazonas, ocupados en librarse ellos mismos de la eliminación, esta vez más disimulada y desorganizada, pero no menos mortífera por parte del llamado “mundo del progreso”.
Si se recuerda lo sucedido en Numancia y los que los romanos hacían con los primeros cristianos, por poner dos ejemplos de barbarie en una época que ni imprenta había, ¿Cómo se va a poder olvidar estos hechos que tienen literatura a mansalva, películas, museos y todo tipo de recuerdos? Y un pueblo empecinado en recordar lo sucedido eternamente. Sin que a ellos mismos les sirva para no repetir parecida barbarie con otros.
Además tengo mis dudas de que este constante recordar, que ineluctablemente culpabiliza a los alemanes actuales cada vez que surge un hecho que lo pone de actualidad, como ahora esta película, sea conveniente, que conduzca a algo. Me gustaría saber cómo salen de las salas de cine en Alemania después de ver películas como ésta. No alcanzo a imaginarlo. Y creo que estos alemanes de ahora poca culpa tienen de ello. Me atrevería a afirmar, a riesgo de pasar por antisemita, que en Israel ahora mismo hay judíos más cerca del espíritu nazi que muchos alemanes de hoy en día. A los hechos me remito.
El que este film sea una original revisión de la exterminación judía en los campos de concentración, que se haya encontrado otra forma de subir más el nivel de horror que puede suscitar lo acaecido, el acierto de esa cámara agobiante que persigue al protagonista durante toda la película, dejando desenfocado lo que ya todo el mundo sabe, lo que le añade horror personal, en función de lo que cada uno pueda imaginar, a la historia, no es suficiente motivo para volver otra vez al asunto. Pienso. Porque, y esa es otra, lo que en esta historia se cuenta podía haberse ambientado, por desgracia nuestra, en unos cuantos cientos de escenarios sin salir del siglo XX. ¿Por qué el holocausto nazi? No sé. Lo cierto es que periódicamente se hace una película sobre estos hechos.
Y como siempre sucede con este tema, no se puede evitar mezclar los valores artísticos con los emocionales, como si con ello pudiésemos paliar algo aquel horror indescriptible. He podido leer calificativos del tipo de “obra maestra”, “cine enorme que arrasa”, “las imágenes han conmocionado a la comunidad cinematográfica mundial”, e incluso, “esta película consigue lo imposible, atrapa al espectador y no lo suelta hasta el final”. ¿Lo imposible? ¿De verdad? ¿No conoce este crítico, que esto escribe, una decena de películas, al menos, que hayan conseguido lo imposible? Poco cine ha visto.
Vi “La vida es bella” (1997), “El pianista” (2002), y me he negado a ver “El niño con el pijama de rayas” (2008). Fui a ver esta porque ciertos indicios leídos en alguna crítica indicaban un nuevo enfoque de lo sucedido. Y no me he arrepentido. Aquel exterminio atroz después de ver la película me parece un poco más atroz. Lo que no sé es si, dejando de lado la originalidad artística, eso sirva para algo dado que desde que sucedió aquello, hechos parecidos se han repetido constantemente.
Así que, una gran película, que ambientada en otro escenario quizás habría podido mostrar con más nitidez la sustancia de lo que es la intención de la historia: Ese agarrarse a cualquier muestra de humanidad para poder seguir sobreviviendo sin convertirse en un zombi.
Eso queda un tanto desdibujado con el horror que al entrar en la sala ya llevamos todos aprendido.
Como si te dieran a probar un sabor nuevo pero con un envoltorio familiar.
Desconozco que otras películas se presentaban a los Oscar en el apartado “de habla no inglesa”. Sólo confío que a la hora de darle el premio, el jurado se haya limitado a los valores artísticos y haya dejado de lado la emotividad….y el afán propagandístico de ciertos grupos de poder.
Los actores bien. La dirección férrea. El guión previsible. Repito, esa cámara y ese desenfoque, un gran acierto. Genial, diría. No se ve a los alemanes más que en ráfagas, como si fueran terribles dioses, dueños de nuestra vida y destino, al margen de los cuales y a su lado, pues su presencia y poder son omnímodos, debemos seguir intentando ser humanos.

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