miércoles, 16 de marzo de 2016

El mar no baña Nápoles de Anna María Ortese (1953)




http://image.casadellibro.com/a/l/t0/28/9788495587428.jpg

La mirada escrutadora e implacable junto con la prosa precisa que despliega Anna María Ortese convierte este grupo de instantáneas, más que relatos, quizás más periodísticas que imaginadas, sin por ello perder el valor literario, de la ciudad de Nápoles, en un testimonio de cómo era la vida en la ciudad justo después de la segunda guerra mundial.
El intento de poner una voz propia a lo que va narrando queda en eso, en un mero intento, al ser esos espejismos de la narradora absorbidos por la potencia de las imágenes neo-realistas que va desgranando maquinalmente a medida que van pasando por delante de sus ojos.
A diferencia de  “Chavales del arroyo” de Pier Paolo Pasolini que versa sobre el mismo tema pero en Roma, pero con más lirismos, pero con una proximidad hacia los personajes que muestra una implicación que le resta fuerza a lo expuesto, Anna María Ortese se muestra distante, fría, objetiva. Presentimos en la narradora una cierta animadversión hacia todo y todos los que van desfilando, como una especie de maldición contenida sobre todo lo que está pasando. No son chiquillos, como los de Pasolini. No son golfillos, derrotados. Son seres adultos derrotados, humillados. Con Ortese no hay esperanza. Ya son todos adultos. Y además alcanza esa miseria, esa derrota a todo tipo de personajes.
Personajes crudamente expuestos en su desesperación y olvido, implacablemente juzgados en muchas ocasiones.
En el prologo la autora justifica el coste que para ella tuvo la publicación del libro, que le obligó a ausentarse de la ciudad para siempre. A modo de explicación de lo sucedido admite que narraba las calles de Nápoles y los ciudadanos de Nápoles sin conseguir abstraerse y encontrar la distancia necesaria para mantener una narración fría, dejándose arrastrar por un sentimiento y una emoción personal que teñía la narración con una patina de decidida dureza y distancia mínima, muchas veces dañina incluso para ella misma.
Años duros que en Roma Pasolini centró en chavales sin futuro, vida ferozmente desesperanzadora que sin embargo permitía la ilusión de que se podía evitar si los lugares y los antros de perdición eran evitados. Sin embargo Ortese se da una vuelta por Nápoles. No hay rincón, no hay edad, ni un resquicio para escapar. Toda Nápoles. Hasta sucede que el mar no baña Nápoles. Como si no lo bañara.
Pasolini sucumbió entre esos chavales. Ortese no volvió por Nápoles. El primero incapaz del desarraigo y la segunda víctima del mismo. Quizás eso es lo que no se perdona. Poder escapar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario