sábado, 2 de julio de 2016

"La vida cotidiana del dibujante underground" de Nazario




Una de las estampas que se cocían en Barcelona durante los años 70 y 80 es lo que muestra Nazario en estas confesiones autobiográficas que sirven entre otras cosas para explicar el mestizaje contra el que lucha el nacionalismos catalán con muy pocas probabilidades de torcer el curso de los tiempos y el destino de los hombres.
Aquella inmigración nacional de todo tipo y pelaje que se produjo hacia Catalunya en aquellos años y que hoy tiene su continuidad en la arribada de personas desde cualquier rincón del mundo hacen ilusorio el objetivo de mantener unas costumbres, unas tradiciones y una cultura que hasta a muchos catalanes de “soca rel” parece añeja y cansina. Dejemos fluir la convivencia.
Más allá de eso está la otra estampa, más triste y botijera, de una España cateta, inculta, arrabalera que vivía atenazada por una dictadura represora católica, apostólica y romana al servicio de malandrines y maleantes cobijados bajo palios espurios.
En semejante caldo intentaba el español medio, de a pie, sobrevivir. El español heterosexual. Porque ya puede uno imaginarse la vida de un homosexual. Y la de un homosexual artista y dispuesto a disfrutar de la vida contra todo y contra todos, pues ya pa qué.
Eso es lo que cuenta Nazario, uno de los referentes y creadores del comic español, en su libro. Un artista que ahora tiene obras en los grandes museos y que ahora mismo forma parte de una muestra de la cultura del comic de aquellos años en la Universidad Autónoma de Barcelona. Pero que antes hasta fue a parar a la cárcel…por escándalo público, por supuesto. Escándalo público significaba no ceñirse a las normas de decoro y decencia que lo que quedaba de nuestra Santa Inquisición intentaba imponer.
Nazario forma parte de un contingente de personas que ahogadas en sus tierras de origen llegaban a una Barcelona, como estaba a las orillas del Mediterráneo se  suponía que más libre y permisiva, para poder desarrollar su vida en libertad y haciendo lo que les hacía felices. Perdidos entre la multitud, con un horizonte más amplio y cuajado de oportunidades. Entre obreros que con sus familias se lo montaban entre el Somorrostro y MontJuic y una burguesía ilustrada catalana complaciente hasta ciertos límites, un grupo de dibujantes pusieron los cimientos de lo que después fue el origen del comic español.
Entre la madeja de personajes que Nazario muestra destacan Ocaña, que vendría  a ser un precedente de lo que hoy es un “performancista”, pero que en el caso de Ocaña era un “performancista” nato que se jugaba la cárcel en cada acto y desde luego no era recibido por la sociedad como un artista de vanguardia si no una “loca” egocéntrica y escandalosa. ¡Cómo ha cambiado los tiempos! Bob Dylan tenía razón.
Ventura hizo una película sobre él. “Ocaña, retrato intermitente”, se llama.
También circulan por el libro Javier Mariscal y Miquel Barceló, que no se qué pensaran de que Nazario haya cotilleado de ellos. Sobre todo de sus amoríos, infidelidades y traiciones. Pero ya Nazario debe estar en un momento de su vida que ciertas delicadezas le deben parecer más “mariconadas” que otra cosa.
Pero lo que más me ha conmovido de todo el libro es la historia de amor que Nazario narra y vivió con su compañero Alejandro. Una convivencia que hoy tiene casi conseguida toda la normalidad que cualquier historia de amor merece pero que en aquellos tiempos debió costar lo suyo. Una historia de amor conmovedora, de verdad. Por encima de las fidelidades, las lealtades. Por encima de los celos, la comprensión. Por encima de las exigencias, las entregas.
De hecho la única cotidianidad de este libro está en la vida en pareja de los dos, como se reparten las tareas de la casa, qué le gusta a uno u otro para comer, qué cocina cada quien. Porque todo lo demás es un puro frenesí. Cotidiano pero frenesí.
Una autobiografía que pone en evidencia, como muchas otras, que la pasión creadora no tiene freno ni obstáculo que la detenga. Porque en medio de esa frenética Barcelona, Nazario creo su obra que ahí está. Impresionante. Como Baudelaire, Rimbaud, Cervantes, Dostoievski o Balzac. Vidas atribuladas que no necesitaron como canta Albert Pla que escribió José María Fonollosa en su poesía “Puedo Empezar”

Tengo ya preparadas las respuestas
para las entrevistas periodísticas
que me hagan en la prensa radio y tele.

Querrán saber que opino y como soy,
me mostrare ingenioso
y espontáneo.

Tengo ya preparadas unas listas
de personalidades muy importantes
e incluso redactados ya los textos,
muy agudos,
de las dedicatorias.

Tengo ya preparadas las metáforas
que servirán como brillante ejemplo
o síntesis que aclare lo que exponga,
saldrán como galaxias de las páginas.

Y tengo preparada mi postura,
al sentarme o de pie,
tono de voz,
expresión de los ojos y la boca.

Todo está preparado,
todo a punto,
puedo empezar pues
a escribir mi libro.

Nazario vivió mucho, folló un montón y dibujo a tutiplén. Todo a la vez. Lo cuenta y merece la pena leerlo. Con una prosa sencilla pero suficiente.

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