lunes, 1 de agosto de 2016

Fallen Angels de Bob Dylan



Fallen Angels

Si alguien entra en contacto por primera vez con la música de Bob Dylan a través de este disco es como si viese a Messi por primera vez y estuviese dándole patadas a la pelota con el fin de que no se le cayese al suelo.
 No tengo gran cosa que añadir sobre este disco que no dijese del anterior, “Shadows in the night”. No sé muy bien que pretende Dylan con estos dos discos, si hacer caja, descansar o irse despidiendo poco a poco. A menos que se le haya metido entre ceja y ceja desplazar a Frank Sinatra como el mejor “crooner” de todos los tiempos. Que todo podría ser. Los genios son como son, y lo de genio a Bob Dylan, nadie, en su sana afición por la música, se lo puede negar. No creo que lo consiga. Pero bueno, si es su capricho, y agotadas las maravillas a que nos acostumbró ahora se relaja grabando estos discos, adelante. Siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Con tal de que no vuelva a Dios, o Ala, o vaya usted a saber….mejor seguir la senda de Frank Sinatra.
Están las canciones cantadas con la solvencia propia de un hombre que lleva muchos años recitando con su voz quejumbrosa, cascada, quebrada por estos mundos de Dios. Pero nada más. Son aburridas, planas. Sin la brillantez que Dinah Washington, Sarah Vaughan o el mismo Frank Sinatra, por ejemplo, les transmitían. Vamos que no tenía que cobrar por escucharlas. Igual no las cantaba, entonces.
Estos dos discos se podrían clasificar como dos discos que están entre sus discos malos y sus discos menores.
Si tienes unos eurillos y no quieres piratear, que de todo hay en la senda del Señor, cómprate uno de estos tres mágicos discos, ya lo dije en la crítica del anterior y nunca me cansaré de repetirlo porque llevo años escuchándolos y nunca me canso:
“Highway 61 revisited”(1965)
 “Blonde on blonde” (1966)
”Blood on the tracks” (1975)
Fíjate si son buenos que escuchas a Francesco De Gregori versionar algunas de estas canciones y suena mejor que los dos últimos discos mencionados.
Igual es que tengo que olvidarme de lo que hizo y contemplar estos discos como si fuesen de otra persona.
Por ahora no puedo.

Has estado con catedráticos
y a todos ellos les gustaban tus ideas,
con grandes abogados has
discutido sobre leprosos y criminales,
te has empollado todos
los libros de F. Scott Fitzgerald,
eres un muy buen lector,
es cosa sabida.
Pero algo está ocurriendo aquí,
y sabes lo que es,
¿no es así, Mr. Dylan?
Pues eso.

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