lunes, 8 de agosto de 2016

Heli de Amat Escalante (2013)



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Literalmente pegado al asiento me ha dejado esta película. Muchas veces, al final de un film, hago, conscientemente, el esfuerzo de visualizar los créditos porque pienso que también forman parte de la historia. Son como la cámara de descomprensión que te prepara para tomar contacto otra vez con la realidad que casi dos horas antes abandonaste. En esta proyección no ha hecho falta. He permanecido en mi asiento porque no podía moverme. Pasaban los nombres y no los veía. Tan cargado estaba emocionalmente.
Yo no sé si a este tipo de directores, que atrapan la cotidianidad de su país y la desmenuzan y la presentan tal cual, sus patriotas deben agradecérselo o reprochárselo. No hay posibilidad de escapatoria para un mexicano que ha visto esta película: Hay aspectos de su país que hacen palidecer al propio infierno.
No vale buscar la parte positiva, alegre, festiva y sumergirse en ella. En México hay un horror permanente, en México la vida tiene el mismo valor que nada. Hay una violencia cuya fuerza de inercia lo arrasa todo, lo transforma todo.
En la terrorífica escena de la tortura lo más horrible es poder ver en la cocina, al lado, a la señora de la casa que continua cocinando y asomándose de vez en cuando a ver como progresa la faena a la que se dedica su hombre. Mientras los jóvenes miran y los  amigos se colocan. El hombre de la casa, que trabaja como autónomo, en una subcontrata, para los militares.
Esta película no habla de vidas minúsculas, habla de vidas insignificantes. Se la ha tachado de efectista, de buscar la escabrosidad de los sucesos pero es que sólo hay que estar al tanto de las noticias que provienen de ese país para calificar esta película como próxima al documental.
Que es la intención del director. Con tomas próximas a rostros inexpresivos, tomas largas y lentas del desangelado paisaje que rodea a los personajes, diálogos secos, casi de aficionado, sin ritmo. Manda lo que se expone, lo que sucede.
Así los actores deben hacer el esfuerzo contrario al habitual, vaciarse, ser estereotipos. Me imagino al coach de la película preparándolos,
-Sois todos unos mierdas, nos sois nada, vuestra vida no vale nada, no tenéis futuro, ni presente ni pasado, os pueden violar, matar, torturar en cualquier momento y pueden hacerlo los criminales, la policía, los militares o cualquiera que hay tenido un mal día. ¿Lo entendéis? Eso sois.
Se vuelve para el director y le dice,
-Ya están preparados para el rodaje.
Cine de denuncia y desenmascaramiento que busca sensibilizar e intentar con ello frenar un poco el clima de violencia que vivimos. No sé si se consigue pero es importante que se siga intentando, aunque se corra el peligro de contribuir a criar callo.
Mientras, a ver si vamos ganando terreno en la lucha contra la desigualdad, verdadero horror de nuestro tiempo y desencadenante de todos los infiernos que hoy en día nos rodean.
Si deciden verla, sepan que no guarda ninguna diferencia con lo que leemos en los diarios sobre la violencia en México. Sólo que también están los entresijos. Esos que nos imaginamos pero nos negamos a creer. La peli nos los mete a pelo. Sin protección.
Por eso corremos el peligro de no caer en la duda que abruma al director y que pone en evidencia en el polvo que finalmente puede echar el maltratado Heli: ¿Somos depredadores por naturaleza y no tenemos solución?  Ahí lo dejo.

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