lunes, 19 de septiembre de 2016

“Su pasatiempo favorito” de William Gaddis



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Es un mecanismo muy del ser humano éste que tiene como consecuencia que ante un hecho que hemos vivido o un suceso que hemos presenciado, luego, a la hora de explicarlo, exageremos. Casi siempre con la sana intención de despertar en nuestro oyente las mismas sensaciones que despertó en nosotros. O simplemente de ponerle en la situación que nos vimos nosotros, dejando lo de la sensación a gusto de su sensibilidad.
Claramente, transmitir el hecho en plan periodista informativo, no merecería la pena. Ni la situación, ni contador, ni oyente se lo merecen.
William Gaddis, en esta novela, que cuenta las desventuras de varios personajes sumidos en el mundo judicial de las demandas, contrademandas, contracontrademandas y así hasta la extenuación o la muerte natural, adopta esa actitud.
El mundo, en general, ya hace siglos que dejo de ser ese mundo simple, elemental que cumplía la máxima de que a toda acción le corresponde una reacción de la misma magnitud pero de sentido contrario. El mundo es multivectorial y desde luego no se mantiene en equilibrio para nada. O sea, lo del caos es una aproximación. En realidad es mucho peor.
Y en concreto la parte de los juzgados que pertenece a ese mundo se lleva la palma. Paradójicamente donde con más motivo debía reinar la simpleza, la sencillez y la claridad es donde más tinieblas hay.
Para que sintamos esa sensación, la que vive todo el que se ha sentido alguna vez atrapado en ese mundo, especialmente loco en los USA, cuna y paraíso del capitalismo Gaddis adopta una forma de narrar parecida a la que tienen las ondas eléctricas para propagarse. En ondas.
La narración es un tobogán que en su estructura general pasa de unos diálogos teatralizados, responsables de mantener la historia sin la clásica colaboración de la voz del narrador que va apuntando describiendo, exponiendo a unas breves peroratas dónde da la impresión de que el narrador se resarce de haber estado veinte páginas trascribiendo lo que hablan los personajes sin  poder meter baza. Esta estructura que en un teatro sería diálogos más escenario y de vez en cuando la voz en off, que sería el narrador, pasa a ser teatro puro en algunos fragmentos de la historia. Aliñada con fragmentos de informes judiciales que son la constatación de la alimaña. Además de continuos flashback  y representaciones teatrales dentro del teatro. En resumen, toda una muestra de un escritor en la plenitud  de su talento.
Gaddis consigue con esta técnica hacer inmediata la narración, tenernos enganchado a lo que sucede sin poder mantener la distancia que un narrador descriptivo nos permite y así meternos en el escenario que con sus voces los interlocutores van indicando. El galimatías, la tela de araña aniquiladora que supone verse inmerso en un proceso judicial nos salta a la cara.
Y no sólo la proximidad invasiva si no los variados puntos de vista que nos son comunicados al tener que leer lo que diferentes personajes opinan sobre los sucesos.
Un trabajo de filigrana pues todo lo que es licencia literaria adquiere otra dimensión al tener que acoplarse a la dinámica de los diálogos más imbuidos de la inmediatez del hecho y menos reflexivos o flexibles al juego creativo.
Por eso, alternándose, aparece la voz del narrador que como un sediento lanza su parrafada de resarcimiento.
El mundo de los tribunales es una locura implacable. Y había que reflejarlo no sólo en el fondo si no en la forma de contarlo y William Gaddis lo consigue de largo.

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