lunes, 5 de diciembre de 2016

“Yo, Daniel Blake” de Ken Loach (2016)


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La reflexión que voy a hacer ahora seguro que ya se la ha hecho Ken Loach más de una vez porque su empeño en restregarnos por los morros la sociedad tan injusta e inhumana que estamos construyendo combinado con los premios recibidos y el respeto que su filmografía despierta, a mí incluido, da para ello.
¿Para qué sirve denunciar las injusticias vía cultural, vía periodística, vía activismo, si la sociedad de consumo monstruosa que hemos montado coloca la denuncia en un festival de cine, en una canal de máxima audiencia o en una ONG reivindicativa y a continuación le da un premio por ello…pero todo sigue como antes?
¿Ha terminado Ken Loach por decirse: Yo hago lo que tengo qué hacer y los demás que actúen de la misma manera? ¿Vamos al cine los espectadores a enterarnos pero no a implicarnos y a seguir igual de ajenos que cuando entramos?
¿Para qué me ha servido ver esta película? ¿Ha despertado alguna conciencia? ¿Vale, como se dice muchas veces, con que sólo un espectador se conciencie?
Soy bastante pesimista al respecto, así que debo quedarme con los aspectos meramente cinematográficos, obviando la parte reivindicativa que es, paradoja, el motivo de que este film se haya realizado.
La historia, ambientada en Inglaterra, se centra muy equilibradamente en dos de los grupos sociales más indefensos y desvalidos de la actual sociedad occidental, a no perder de vista que estamos sumergidos en el cogollo de lo que se ha llamado la sociedad del bienestar, que son las madres con hijos a su cargo y padre desaparecido, ¿Para cuándo una ley que persiga de verdad a estos irresponsables que traen hijos al mundo como si fueran perros o conejos y los penalice si no cumplen?, y las personas de edad tardía que ni están preparados para este mundo de ahora ni se les da la posibilidad de reinsertarse de otra manera.
La narración transcurre por los terrenos más cotidianos y habituales que suelen transitar estas personas. Vapuleados por la burocracia estatal que se limita a cumplir con una obligación, sin implicarse humanamente en ello, y si lo hace siempre hay un/una implacable trepa que llama al orden, y el mercado laboral que gracias a unas leyes creadas para facilitar la esclavitud y el servilismo más parece una trituradora de esperanzas que una herramienta de socialización y supervivencia, estas personas reciben de vez en cuando el calor de una organización caritativa o la solidaridad de unos vecinos o unos amigos que si te ayudan un poco más, se hunden ellos de tan precariamente que también viven. Así las cosas muchas veces se producen pequeñas explosiones y grandes claudicaciones, que es lo que se puede ver en la película, en las noticias, en los bancos de alimentos, en los polígonos durante las horas de descanso del personal que allí trabaja, en los bancos de algunos parques públicos, en las pateras en el Mediterráneo…en fin, por todos lados.
Por todos lados gente viviendo indignamente, sin esperanza, sin futuro, en unos países gobernados por unos poderosos que viven en el lujo más insultante. Dudo mucho que entre un siervo de la gleba y un señor feudal de la Edad Media hubiera más diferencia de vida que entre la que llevan algunos parados de hoy en día y un presidente de cualquier gobierno o empresa multinacional.
En un momento de la película, la protagonista le dice a Daniel Blake,
-Y no me des cariño, eso me mataría.
Y todo después de tanta revolución, ilustración y derechos humanos.
Eso es lo que cuenta esta película de Ken Loach por la que le han dado unos cuantos premios que él ha recogido.
¿No tendrá un poco la sensación de que se están burlando de él?
 Yo, a lo mejor, la tendría.
 Porque puede suceder que el escenario en el que le han dado el premio lo haya construido un grupo de obreros cobrando un salario de mierda. No lo digo yo, lo dicen en España los periódicos: Hay gente que a pesar de trabajar no sale de la pobreza…y en empresas con beneficios. Por eso digo yo, que puede suceder. Vayan a verla y sin salen asqueados de tanta denuncia inútil, sepan que no son los únicos.
Y si se preguntan qué hacer, ¿Qué tal empezar por votar pensando en los demás en vez de en uno mismo? Digo esto porque he visto esta película en una de las comunidades más pobres de España, en la que gana el PP desde siempre.
Casi no hablo de cine, pero es que Ken Loach me ha provocado.
Ken Loach también nos ayuda a una cosa: A entender a los descerebrados ingleses que vienen a disfrutar de nuestro país. Astillas de unos palos explotados.

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