jueves, 27 de abril de 2017

“Incierta gloria” de Agustí Villaronga (2017)


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Lo mejor para ir a ver esta película y poder valorarla en su justa medida es no haber leído el libro de Joan Sales y si se ha leído hay que intentar olvidarlo y no hacer comparaciones. Porque sería injusto para aquella.
Es paradójico que una película, artefacto que proviene del cine, arte que dispone de herramientas variadas para su ejercicio, salga la mayor parte de las veces malparada cuando, proviniendo de un libro, artefacto que proviene de la literatura, arte que sólo dispone de una herramienta, el texto, se la compara con este. ¿Por qué?
Seguramente porque el texto dispone de todo el tiempo del mundo y el film debe ceñirse al fajín comercial de las salas de proyección.
Hay excepciones a este aserto: Muerte en Venecia, Apocalypse Now, Los Padrinos, adaptaciones inglesas de clásicos  victorianos y alguna más. Pero por lo general uno siempre sale insatisfecho de la proyección si antes ha leído el libro.
No me ha pasado a mí en este caso aunque de entrada salí insatisfecho y diciéndome que era una mala adaptación pero una buena película. Y que el guion estaba bien. Un lio. O sea, ¿Qué era mejor el libro o al película?
El libro trata de una historia en la que se refleja ese periodo de la vida de las personas que se denomina juventud que además se desarrolla en esa batidora que se llamó “nuestra Guerra Civil”. Un momento donde se cruza la incierta gloria de la vida con la incierta gloria de la épica que hay en toda guerra, expuesto a través de cuatro voces y de manera diferente, estilo epistolar, indirecto, reflexivo, introspectivo, dándole a la narración literaria un tufo existencialista que la hace imperecedera.
Un libro de tal riqueza permite múltiples adaptaciones, bajo puntos de vista variados y algunos enfrentados. A mí personalmente esta adaptación me parece que no hace justicia a la fuente literaria y que titular al película “Incierta gloria”, sin estar del todo equivocado, no es tan incierta gloria como el libro.
Del existencialismo complejo del libro, la adaptación ha pasado a una historia de amor con tintes de teatro griego. Se ha pasado de una complejidad a un esquematismo. ¿Eso es malo?
Si uno es capaz de separar los dos artefactos, no. Porque la película es una gran película, de unas imágenes muy potentes, como suele ser habitual en Villaronga, con un discurrir muy calibrado y equilibrado, con ciertos ecos tétricos y unas interpretaciones que cuando la impronta del director es clara y decidida queda muy sujeta a su intención y que no puede ser otra, en el caso de este director, que cargar a los actores con cierto matiz expresionista, y no porque se desarrolle la película en la tierra de Goya, que en otras películas no es así y el matiz ahí está. Es tendencia natural del director. Los oscuros le chiflan.
No hay paso del tiempo en el film y el corto y pego de dos personajes en uno, realza por un lado y pierde por otro. Queda el tiempo como secundario en la película para dar realce a las figuras humanas. Se habla de sobrevivientes y perdedores en la cinta, del amor y del odio, tremendamente “villaronguese” la relación de la Carlana y su padre, mientras que en el libro todos son perdedores incluso en la victoria como no puede ser de otra manera cuando el paso del tiempo es el horizonte.
Seguramente se puede hacer una mejor adaptación del libro, como ya he dicho, pero eso no garantizaría una buena película y ésta lo es.

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