sábado, 9 de diciembre de 2017

"Perfectos desconocidos" de Álex de la Iglesia (2017)



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Si la película fuese una hamburguesa o un bocadillo de chorizo, se me presenta la carne o el embutido como un pedazo de alimento jugoso, sabroso y bien elaborado, y del pan que al principio y al final se alinean para darle consistencia al conjunto diría que sobra, que está demasiado cocido, el principio, y con sabor raro al final.
El principio por poco natural, demasiado sugerente y por tanto artificioso. Entre miraditas, morisquetas,  gestos y algún suceso sorprendente se nos dice que algo especial va a suceder. No casa con el buen hacer y la naturalidad de un docudrama de situación tan bien dirigido.
Se debería haber dejado al espectador que fuese descubriendo lo que sucede sin tanta pista. Al final está claro que se va a montar una buena.
Y el final, igual. Incursión en la intromisión.
¿A qué viene ese final? Lo de la brujería y lo diabólico está condicionando la obra de Alex de la Iglesia de manera castradora. A mi modesto ver.
Como una tapadera, que tapa un buen producto al que no se le deja respirar, es lo que me parece el final. Mata la película.
Lástima, porque durante toda esta obra de teatro llevada al cine en la que brillan Eduard Fernández, Pepón Nieto y Dafne Fernández, y los demás en mayor o menor grado se muestran afectados y poco naturales, se había pergeñado una buena historia con momentos álgidos de dramatismo y humor.
Sin el principio y sin el final, tendríamos obra de teatro para rato. De esas que están en los escenarios años y años.
Ah, los móviles han llegado para quedarse, así que mejor que los administremos bien. Ahora sufrimos los excesos del principiante pero aprenderemos. Como hemos hecho con todo, desde que apareció la rueda o el fuego. Eso sí que cambió nuestras vidas.

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