jueves, 20 de diciembre de 2018

“A Serious Man” de Joel y Ethan Coen (2009)



 Resultado de imagen de fotos de “A Serious Man” de Joel y Ethan Coen (2009)
A ver, no voy a decir que después de “Muerte entre las flores”, los Coen no han sido capaces de batir su propio record, vaya lo dije, pero hay que entenderlo, tenían una historia cojonuda gracias a Dashiell Hammet y supieron entenderla muy bien, más que muy bien, en “estado de gracia” bien, vamos, una obra maestra del cine de todos los tiempos. Que ya le gustaría a la anodina y sobrevalorada “Casablanca”. Pero no nos desviemos.
“A Serious man” es una película que ya desde el minuto uno se convierte en una acida y divertida visión del mundo judío y es inevitable acordarse de todos los autores literarios que han azotado la religión hebrea, Philip Roth por delante.
Parece, bueno parece no, es algo impepinable que los creadores de ascendencia judía tarde o temprano, o siempre, terminan haciendo alusión a su ascendencia judía. Y casi siempre en plan crítico, reivindicativo o directamente despreciando a esta confesión. Lo que ya da una idea de lo represora y constrictiva que es. Tanto o más que una boa constrictor.
Esto es lo que plasman de una forma divertida e irreverente este par de hermanos judíos.
La mezcla de la cotidiana vida americana con las costumbres de una comunidad judía, dan para infinidad de escenas rebosantes de acidez, estupefacción y lucidez sobre lo que es la libertad del ser humano, sus implicaciones en su comunidad y la manera de sobrevivir en ella. Que no es otra como en cualquier otra comunidad, que a base de trampas, falsedades e hipocresías.
Sólo que en otras comunidades las válvulas de escape son más abundantes y sobre todo la parafernalia, es menos edificante y soberbia.
Y en un bosque como este un individuo que quiere por encima cumplir con lo estipulado es pisoteado, vejado y humillado hasta la exasperación. Un hombre serio.
Nadie parece ser cómplice suyo. Está solo. Se ha tomado muy a pecho lo estipulado. Así un amante de su mujer, un alumno con la complicidad de su padre, una esposa que no aguanta tanta honestidad, unos rabinos desopilantes y unos hijos que no entienden nada que no sea lo suyo. ¡Ah! y un hermano impagable. Una colla de personajes que hacen las delicias de cualquiera que agradezca una venganza contra las costumbres y las tradiciones que amargan la vida a la buen agente y sirven de trampolín a los  golfos, listos y aprovechados.
Toda la película la bordan los Coen, con unas interpretaciones trazadas a tiralíneas, estereotipadas que le vienen como un guante a la intención de la cinta y un guión repleto de escenas que podían ser “sketchs” individuales, algunos corrosivos, otros simpáticos pero todos aderezados con la salsa que también supo utilizar Roth.
Implacables en la narración, cuando parece que el protagonista se saldrá con la suya le llama su médico y ahí nos quedamos, oyendo a los “Jefferson Airplane”. Una banda de rock inequívocamente norteamericana para un film inevitablemente judío.
Burlona, implacable, divertida y acida. Muy recomendable. Después de “Muerte entre las flores” y “Fargo”….yo hablaría de trilogía.

martes, 11 de diciembre de 2018

“Brasas de Agosto” de Luis Mateo Díez



Resultado de imagen de fotos de “Brasas de Agosto” de Luis Mateo Díez

No suelo leer mucha literatura española si me sacan de los clásicos y cada vez que lo hago sufro una decepción.
Siempre que viajo al extranjero, a modo de ritual, me doy de alta en la biblioteca de la ciudad en la que estoy y me compro algún libro en español, a ser posible su autor también. Esta vez la ciudad era Berlín y uno de los libros que me compré fue éste. En una librería regentada por un español, Álvaro, nacido en Yecla y que está empadronado en Almansa. La librería mejor surtida de libros españoles que hasta ahora he podido ver en el extranjero de habla no hispana, incluida las ciudades de New York, París y Londres.
Yo he visto pasear el nombre de este autor por infinidad de revistas y suplementos culturales de nuestro país. Ha recibido premios y siempre hacia él he notado un respeto uniforme por parte de los críticos que lo han reseñado. Así que me compré este volumen de cuentos. Lo he terminado y la consideración más insistente que me ha venido a la mente ha sido: ¡Qué daño ha hecho a nuestro país la dictadura franquista! Se ve en cada aspecto, en cada rincón de nuestra sociedad, en los comportamientos, en las actitudes. Y se ve en la temática de este libro. Ya sé que la dictadura acabó hace cuarenta años pero sus efectos perniciosos tardaran en diluirse en el magma del tiempo.
Voy a poner un fragmento de un cuento:

  “….un hombre atrincherado en la cuarentena, sabedor de que en las malvas plateadas de sus sienes hay ciertas vecindades con el agostamiento del capítulo sentimental, donde las hierbas grises imponen su inminencia al otoño de los corazones…”

¿Lo han leído? Pues así todo el libro, así todos los cuentos, más o menos. Una prosa impecable, de un léxico riquísimo, de una variedad de juegos literarios inagotable, donde todas las figuras literarias tienen su momento.
Lo he leído como acostumbro a leer a Gabriel Miro, deleitándome en la prosa y obviando absolutamente el fondo, es decir la historia. Los cuentos. Porque salvo uno en el que se cuenta la burla a un profesor caduco y en el que asoma una cierta modernidad todos podrían ser cuentos de principios del siglo XX o finales del XIX, siendo que este libro se publicó, asómbrense ustedes, ¡en 1989!... ¿Quién escribe ahora así? cuando ya Borges, Cortázar, Onetti y toda la banda del boom sudamericano había explotado y Cheever había muerto.
¿Cómo un escritor tan bien dotado a finales del siglo XX escribe con una perspectiva de los temas propias del costumbrismo de Galdós o el mentado Miró?
Sus historias huelen a naftalina, alcanfor, jofaina y orinal. Y a rincones de sacristía. A oficinas de funcionarios carpetovetónicos, contemporáneos de la Tía Tula.
No tengo la menor duda del valor sociológico de muchas de las manifestaciones culturales de este país como restos arqueológicos de una época falta de libertad, de aire fresco de otras latitudes y del apocamiento y la mustiez de muchos de nuestros artistas.
Juan Goytisolo se escapó y ahora veo en estos cuentos el daño que su literatura podría haber sufrido.
No sé si Luis Mateo Díez se siente autor agraviado, perjudicado y por lo tanto con derecho a indemnización por haberle impedido respirar un aire más rico que a buen seguro hubiera hecho que su literatura  no recordara a la de Clarín.
Y es que hoy en día la literatura funciona de otra forma. Por ejemplo,
Leyendo el cuento que precisamente lleva el título del libro, “Brasas de agosto”, yo recordé un cuento de Carver, que también va de llegar a una ciudad de visita, un cuento con el que yo vibré, me quedé con la boca seca al terminarlo. ¿Por qué? Porque mientras Carver escribía una prosa mínima, al servicio de la historia, con personajes a pie de calle que nos emocionaban, Luis Mateo Díez con una prosa excesiva ahoga la historia y los personajes se nos hacen caricatura, increíbles.
Alguien podrá decir que es cosa de este autor…pero no, no lo es, hay más. Escritores y escritoras de una riqueza léxica envidiable, de unos recursos inagotables pero que no han sido capaces de enganchar ese virtuosismo con la temática actual… muchos de ellos sumidos en las eras, las calles con sereno y los portales dándose refriegas en tardes de toros y de futbol. Cuarenta años estancados. Ahora costará coger el ritmo.
Este libro. Para leer sólo en caso de padecer de sibaritismo.

sábado, 1 de diciembre de 2018

“Infiltrado en el KKKlan” de Spike Lee (2018)



Bildergebnis für fotos “Infiltrado en el KKKlan” de Spike Lee (2018)

Parece clara la intención de Spike Lee en ésta, como en todas sus películas, de plantear una situación degradante en la que un país lleno de postureo, aún hoy en día, es racista y maltrata tanto a minorías como a no tan minorías debido a su raza y procedencia. Vale. El mundo de los negros es el universo de este director. El fue el primero que construyó en el cine una óptica negra para narrar la vida de los negros en USA.  Vale. Algunas veces sin casi blancos y algunas veces sin casi racismo. Vale. A partir de ahí las películas y series de negros menudearon.
Pero si eso es lo que busca en este film la forma de hacerlo no funciona.
Uno llega a las imágenes finales de la historia y se encuentra descolocado. ¿Esto iba en serio? Ya lo sospechaba uno. Viendo al KKK y ciertos comportamientos. Pero el hecho es que durante toda la proyección Spike Lee ha estado haciendo otra cosa.
Con un guión irregular, de dialogos algunas veces descabalgados, caricaturescos, para unos personajes que no cuajan, ninguno, más propios de Eddy Murphy y compañía, el director nos lleva por una historia que uno imagina tremenda pero que el banaliza y en la que comete errores como “nazificar” a los blancos. Me explico. En esta película los blancos son tan tontos, tan pueriles, tan malos, tan locos, tan borrachos como en muchas películas “fast food” han sido y seguirán siéndolo, me imagino, los rusos, los alemanes o los pieles rojas. O en algunas españolas del franquismo, los rojos.
La única blanca con papel preponderante en la peli, es retrasada mental y gorda. El jefe del KKK es un engreído, fatuo, no ya caricaturesco sino intencionadamente repulsivo.
O sea que al final uno llega al trozo “documental” del film y no siente nada. Un poco la sensación que uno tiene cuando oye en un noticiero que han muerto unos cuantos emigrantes en el Mediterráneo y a continuación el locutor o locutora te dice que te compre determinada marca de automóvil porque vas a ligar más. ¿Acualo?
Si lo que Spike Lee quería era hacer una crítica sobre el racismo imperante en los USA, casi no lo consigue.
Si lo quiere es vengarse de los blancos racistas, ridiculizándolos, casi tampoco. Porque son unos blancos increíbles. Los blancos racistas hoy en día están en la Casa Blanca. Y no tiene un pelo de tonto.
Una película tonta e intrascendente. A pesar del tema. Repito, la intención no he sido capaz de verla.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Masked and Anonymous de Larry Charles (2003)



Resultado de imagen de fotos de Masked and Anonymous de Larry Charles (2003)

Nada en esta película tiene pies o cabeza. Y mucho menos, no sé, una línea narrativa, de guión o de algo que haga que lo que se está viendo forme un todo homogéneo. Es un todo disparatado, inconexo, con un gran plantel de actores, interpretando unos papeles que no pegan unos con otros ni por casualidad. Uno está toda la proyección imaginándose al personal que suele haber tras las cámaras, toda esa parafernalia de ayudantes, iluminadores, cámaras, guionistas, director… tal es el nulo poder de embeleso del film.
Los dialogos, unas veces son estúpidos, otros pretenciosos, otras banales.
Se puede decir, que si relacionamos el potencial interpretativo con el resultado de la película resultante, estamos ante la peor que he visto en mi vida.
Y todo, seguramente, porque conociendo como las gasta el perpetrador a buen seguro del proyecto, no habrá dejado rincón del mismo sin añadirle su toque. Me estoy refiriendo a Bob Dylan, que ya ha hecho incursiones en el cine, todas con más pena que gloria.
Si les digo que es tan buen músico como mal actor, teniendo en cuenta que para mí es el mayor músico del siglo XX en esto de la música moderna, pues tendrán una idea de por dónde van sus dotes interpretativas. Peor imposible. Estás embebido en los pocos duelos de calidad interpretativa que protagonizan Jeff Bridges y John Goodman, aparece Bob Dylan, y casi se te escapa… ¡Corten, corten!, ¿Quién es ese de las greñas?... en serio.
Exactamente no se que pretendía al escribir este guión, pues parece que lo escribió él, si es que sabía lo que pretendía. Más parece un experimento para olvidar que otra cosa.
Sólo la BSO de la película se salva.
Músico a tu música.

lunes, 29 de octubre de 2018

"Saber perder" de David Trueba



Resultado de imagen de fotos de Saber perder de David Trueba

En esta novela de David Trueba lo primero que se te viene a la mente una vez adentrado en sus páginas es que es una obra literaria de corte impresionista. Las frases cortas se suceden, sin descansillo para la descripción o la reflexión, siempre  hay un personaje haciendo algo. Estamos subiendo una escalera de imprevisible final pero que nos lleva a alguna parte.
Son estas frases, como pinceladas, sin llegar al puntillismo, que van definiendo la historia. Es una esplendida novela donde lo simple del estilo enmarca la vida cotidiana, común, que el autor humilde y compasivo, dos condiciones “sine qua non” para ser un gran escritor, retrata sin que casi se sepa que anda por ahí.
No hay una gran construcción de personajes, los caracteres no están muy definidos, pues la intención es precisar que es lo que les pasa a los personajes, es hablar de la vida. Y como bien indica el título, la vida es una pérdida constante. Y por lo tanto lo más beneficioso para nuestros corazones y almas es aprender a perder. ¿Para qué queremos precisar los perfiles de los personajes si inapelablemente le va a suceder lo que le tiene que suceder?
Aunque el estilo de David Trueba no va a aportar nada nuevo a la historia de la literatura y no marca una nueva senda a la escritura, sí que lo hace su mirada.
En esta novela se entrelazan básicamente tres historias, la del abuelo, la del padre y la de la hija de una misma familia. Y ninguna acaba bien, ninguna es edificante pero las tres respiran la amabilidad de saber que tiene que ser así. Que las cosas se acaban o se interrumpen o se quedan impunes porque al margen de nuestros deseos todo se anuda y se entrelaza de manera que si nos olvidamos de nosotros mismo no suena tan trágico. Todo está empezando y terminando a cada instante y si aceptamos que algún día lo seguirá haciendo sin nosotros, nuestra salud lo agradecerá.
Y si no, peor para nosotros, porque no hay otra forma.
Esa es la mirada moderna que recorre la novela, lo que la hace actual, de nuestro tiempo. Un tiempo dónde Dios no ha muerto pero tampoco es imprescindible. El ser humano es frágil, hasta el triunfador más exitoso es un perdedor, y no hay refugio posible. Un triunfo, un fracaso, un momento feliz, uno momento desgraciado, la vida, la muerte, todo es aprovechable.