domingo, 28 de enero de 2018

“Molly’s game” de Aaron Sorkin (2017)



Molly's Game (2017)

La desmesura de los diálogos verborreicos, y con tendencia a la pedantería, lo que los convierte en pretenciosos y ridículos, da una medida de lo ambicioso de la película.
Las equilibradas interpretaciones, que no buenas, de los actores, incluido Kevin Costner, muestra la mano firme del director que sabe lo que se trae entre manos y la historia es interesante. Pero la mezcla no ha salido bien. A veces la película es ñoña, otras reflexiva, otras espejo de cierta forma de entender la vida y otras simplemente es una cuidada cabalgada hacia no se sabe dónde. Demasiadas frases haciéndose las interesantes para al final no saber muy bien que nos quiere decir la protagonista que es sobre la que descansa la esencia de la historia. ¿Es una luchadora?, ¿Es una altruista?, ¿Es alguien en manos del destino?, ¿Una niña de papa?
Y luego esos pequeños detalles que hunden una historia.
Ese encuadre de la protagonista y el abogado, en el que se la ve tan pequeña que si eres observador, ya se queda así para el resto de la proyección y a pesar del esfuerzo por engrandecer su figura, esta ya se queda hecha un siete.
Queda claro que los padres pueden hundir la vida de un hijo y después arrepentirse pero Kevin Costner, llorando, no emociona.
El hieratismo de la protagonista, seguramente buscado, no alcanza para un símbolo pero nos aparta del ser humano que hay detrás
Y así.
Una película irregular que en sus idas y venidas en el tiempo parece un equilibrista que intentando que no se le caigan las bolas, no consigue dibujar nada armonioso. Quizás por tirarlas tan altas.
Entretiene. Poco más.

domingo, 21 de enero de 2018

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood



 Resultado de imagen de foto de “El cuento de la criada” de Margaret Atwood
Esta novela de 1985 de una de las escritoras más internacionales de Canadá ha vuelto a la vida y a darle dividendos a su autora, Margaret Atwood, gracias a la televisión, todopoderoso Dios de nuestro tiempo que resucita igual que mata. Un invento del siglo XX de cuyo perjuicio aún no somos bastante conscientes. Andamos con lo de la energía nuclear y el ozono, mientras nuestros cerebros son atacados incansablemente. Como “Caballo de Troya”, este invento no tiene desperdicio. Me he puesto distópico para entra un poco en calor.
Tuve la suerte de entrar en contacto con Margaret Atwood a través de la que creo que es su primera novela, “La mujer comestible”. Me gustó mucho. Fresca, sentida, reivindicativa con desvergüenza, sin resquicios para la duda, directa, encantadora. Una historia perfecta.
Como es normal, después, me interese por alguna más de sus otras novelas. No fue lo mismo.
Con el tiempo se convirtió para mí en la escritora que parió “La mujer comestible”. Hace poco se la regalé a mi hija menor. En inglés. Para que la saboree mejor.
No había leído ni previsto leer “El cuento de la criada” pero el “rebombori”  del estreno de una serie basada en la novela me ha llevado a agenciármela. Y a leerla.
Esta distopía, bastante inverosímil, lo que no deja de ser normal, pues todas las que conozco lo son, al margen de su calidad literaria, debido a la materia que tiene entre manos, hablo de “1984” y “Un mundo feliz”, es muy poco distópica. Y además está, no mal construida, pero sí mal encajada en el tiempo y su final suena a apresuramiento y aburrimiento de la autora.
¿Por qué me parece poco distópica?
Me parece poco distópica en la medida en que es bastante realista. Pues de hecho hay ahora mismo países en el mundo en que las mujeres son utilizadas de esa manera o muy parecida. Así como mujeres que visten así, como describe la escritora, o aún más apresadas dentro de su ropaje.
Es decir, cogemos una mujer de una país árabe y la vestimos como si fuese una cuáquera o una amish y ya tenemos a la criada del cuento. Claro que si no queremos complicarnos mucho la vida, cogemos directamente a una mujer afgana, y listo. Y si no queremos viajar y salir de USA pues vamos a Utha y también nos vale.
¿Qué no sea distópica, invalida la novela?
No. La invalida el que sea narrado como algo utópico una historia que corre por el mundo. Algo así como poner a los americanos de USA en pateras camino de Cuba.
¿No sería mejor escribir sobre los cubanos que van en patera a Florida, es decir, mejor escribir de los harenes árabes o del sometimiento en el que viven las mujeres de las religiones mencionadas? Que hace unos días saltó la noticia de que por fin las mujeres de Arabia Saudita van a poder conducir. ¡Por Dios¡
Una distopía que se limita a poner el foco en la forma, en el lugar y no en el fondo, es un ejercicio vacuo y fácil, de imaginación dominguera, lo siento Sra. Atwood.
Aldous Huxley y George Orwell predijeron el futuro. Hoy hay “soma” por todas partes y de muy diferente composición y cada día está más claro quiénes son los “exilones” y los “alfas”. Y qué decir de “El Gran Hermano” Google…
Hay una cosa que Margaret Atwood hace muy bien con su historia en cuanto a la técnica narrativa. Leyéndola uno tiene una ligera idea de cómo una mujer se debe sentir con un burka. Las frases cortas, nada de digresión, puntillismo narrativo, y tú diciéndote, que gris escribe esta mujer… hasta que caes en la cuenta de que tras un burka la cosa no es muy diferente.
Pero no es suficiente. Y lo de ponerle la etiqueta de feminista o de todo lo contrario, sólo pone en evidencia lo necesitados que estamos de ellas.
Si ya has visto la historia de “El cuento de la criada”por televisión, ve y cómprate “La mujer comestible”. No necesita etiquetas. Se ve muy bien lo que es.
Ya sé que he hecho una reseña como si fuese una de esas mujeres de hoy en día que viven sumidas en un universo muy parecido al de la novela, pero creo que debía hacerlo. Muchas de ellas no tienen acceso a este tipo de libros.
Y ahora que escribo esta última frase caigo en la cuenta de que igual la Sra. Atwood no ha querido encajar la historia en otro momento, si no en este… algo así como, “te digo para que entiendas lo otro”… de manera sibilina. Podría ser.

viernes, 12 de enero de 2018

“Una vida a lo grande” de Alexander Payne (2017)



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Para hacerse una idea de lo irregular que es la película baste decir que si al principio en la sala no se oía nada más que algún resoplido de interés, de atención expectante, hacia la mitad de la proyección se empezaron a oír risas, hasta que un grupo de jóvenes, próximo a mí, empezó a lanzar carcajadas y a hacer chistes, sobre todo cuando la vietnamita hacía aparición. Hasta que empezaron a reírse abiertamente del film. Ojo, del film, no con él. Cuando la vietnamita lanzó su teoría de los polvos americanos aquello fue un despipote. Y lo más extraño fue que nadie pidió silencio, lo que no dejaba de entrever un cierto grado de complicidad y asentimiento.
Da la sensación de que a medida que fue transcurriendo, no sé si el montaje o el rodaje, director y guionista fueron perdiendo toda esperanza de encontrar un ritmo armonioso o de centrarse en algún aspecto de la historia y terminaron por no filtrar nada de lo que se les ocurría y meterlo todo en la misma coctelera. Convirtiendo el film en una historia delirante, de desnortado propósito que unas veces olía a ecologismo, otras a sátira, otras a chabacanismo.. etc., etc. Y así no hay manera de tomarse una historia en serio.
Querer abarcar tanto y de manera tan mal mezclada termina por apagar todas las intenciones que no se dibujan claramente. Una acuarela de indeterminada y volatinera intención, pues.
Las interpretaciones no ayudan nada. Matt Damon no da más de sí. La vietnamita es anacrónica, aparece salida de otra película. Increíble se nos hace su pasado revolucionario. No sé si es el doblaje, ridículo, o ya venía así de origen. Del científico sueco, visionario, de acrtón piedra. El ciudadano “vivalavirgen”, vecino del protagonista es un “pajares” sin más recorrido. De la exmujer nunca más se supo y eso que parecía al principio que iba a centrar la historia. Si no era así, ¿A qué viene tanto minuto, plano y convivencia?
El guionista, o director sufre de una dispersión que diluye los componentes hasta quedar la historia en un “casi” muchas cosas pero nada solido. Con esa cara salimos los espectadores: De “casi”.
Pixar hubiera hecho una película muy divertida con estos personajes, pero claro esto no era una película de animación, pues los personajes eran personajes “humanos” o eso se pretendía. No haberlo conseguido tiene su merito. Cada vez se ven más películas así. Igual es que la nueva hornada de guionistas ha visto mucho dibujo y poca chicha. Igual.
Otra película con mucho ruido.

domingo, 7 de enero de 2018

“Free Fire” de Ben Wheatley (2016)



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El sendero que abrió en el cine Sam Peckinpah con su “Grupo salvaje” fue un boquete que ya nunca más se cerró y por el que han pasado muchas películas, algunas con acierto y otras con bochorno, pero retransmitir una balacera se ha convertido para muchos directores en un “modus vivendi” en su actividad filmica. La violencia ya hace tiempo que ha adquirido carta de naturalidad y normalidad en nuestras pantallas.
Ben Wheatley es un adicto, si no a las balaceras, sí a la violencia en sus películas, además una violencia cotidiana que rara vez se aleja de lo ya transitado. En “A field in England” intentó hacer algo distinto que no sé si él mismo sabía lo que era, pero que sin embargo  consigue unas historias entretenidas, de una impecable factura cinematográfica.  De las que yo he viso, “Turistas”, “Down Terrace”, la antes mencionada y esta de la que hago la reseña, esta, precisamente es la que cuenta una historia más manida y sin mucho secreto: Unos traficantes de armas y unos miembros de un grupo armado, se supone que irlandeses, se encuentran en un local abandonado para intercambiar dinero por armas, pero un encuentro previo que dos miembros, uno de cada grupo, habían tenido antes desata un interminable y entretenido intercambio de balas hasta el final y más allá.
Es una película que tiene reminiscencia de muchas otras películas, de directores como Guy Ritchie y Quentin Tarantino entre otros, pero que sin embargo tiene su propia personalidad. Muy bien narrada, muy bien interpretada y muy bien desarrollados los planos del constante intercambio de disparos, no se ha pasado por alto el guión, con un texto ocurrente, lleno de humor, un grupo de personajes muy definidos para ser tantos y con el poco tiempo que da una película para esa labor y un desenlace que las mujeres le habrán agradecido.
No voy a entrar aquí en lo que supone para la sociedad la banalización de la violencia pero para que los niños vieran esta películas, antes debería de haber un coloquio o unas indicaciones de lo mal que se siente uno cuando le disparan, de las pocas ganas que tiene de hacer chistes y es que además te mueres. Digo esto a cuenta de este film y por la sorpresa que me produjo el programa del último domingo de Salvados, en el que Jordi Évole entrevistó a algunos soldados españoles inmersos en la guerra de Siria y a algunas soldadas y la verdad, hacer aparecer a estas personas como héroes no ayuda mucho a erradicar la violencia de nuestra sociedad.
Vease esta película como un puro entretenimiento, sin olvidar que aunque sean personajes de carne y hueso, lo mejor es contemplarlo como si fuera un comic, ya que el tratamiento de los mismos por parte del director no va más allá.
No es descabellado que él sea el que mejor se lo pasa rodando estas películas y eso es bueno, porque si él se divierte, la diversión para él espectador está casi garantizada.
Y en esta además no hay ningún tipo de desarrollo paralelo, va a lo que va, un “grupo salvaje” del siglo XXI, no como en “Down Terrace”, con implicaciones familiares, o en Turistas, con implicaciones románticas, trágicamente violentas. En ésta, coge el dinero y corre. Eso parecía al principio. Lo dicho, puro entretenimiento.