martes, 6 de febrero de 2018

"La gran trilogía" de Gregor von Rezzori


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“La gran trilogía” de Gregor von Rezzori comprende tres novelas, unas más autobiográficas otras más de ficción, de este autor que recogen tres etapas de su vida, pero las tres válidas para dar una idea de lo que fue el hundimiento final del imperio austrohúngaro y las consecuencias que desembocaron en la segunda guerra mundial, siendo la del 14 el pistoletazo de salida para conformar lo que es la Europa central de hoy en día.
Estas tres novelas de títulos,

 “Un armiño en Chernopol”, recoge recuerdos de  su infancia en  Czernovitz, capital de la Bucovina, aquí bautizada como Chernopol. El narrador es un impenitente curioso más atento al mundo de los adultos que al de los niños.

“Memorias de un antisemita”, en el que cuenta sus años de formación y juventud y donde encontramos ejemplos del poderío creativo de von Rezzori que, en la descripción de toda la intensidad sexual que despierta en un adolescente la presencia de una mujer con toda su sensualidad encima y de la que se acostumbra a decir “está buenísima”, le lleva en un alarde descriptivo de página y media(Pág. 332) a dejarnos totalmente convencido de esa visión, mezclando términos como “corporeidad palpitante”, “sangre caliente”,” sus ojos de cabra”, “los labios llenos”, ”la carne blanca y afelpada”, “la preñez del otoño”, “la yegua”, ”la soberbia belleza de los hombros y los pechos”.

“Flores en la nieve”, la más biográfica, en la que describe de nuevo su vida, tomando como hilo conductor personas de su entorno, padres, hermana, nodriza e institutriz,

ponen en evidencia las dotes narradoras de un autor que ha llegado a los escaparates españoles tarde pero que rápidamente ha ocupado su lugar, entre el Nabokov de “Ada o el ardor”, “El mundo de ayer” de Stefan Zweig y con Proust muy presente, sobre todo en la primera novela, en las digresiones, idas y venidas, del pasado y en el análisis de nuestras emociones, opiniones, reflexiones, conclusiones. Como ejemplo esa reflexión que inicia a costa de la bofetada que recibe su hermana y que el autor concluye con un “habían matado nuestra infancia”.
Sin olvidar un ligero toque de Victor Kempler.
Claramente faltaba él para tener una idea todavía más ajustada de lo que fue aquella primera mitad del siglo XX que desembocó en el horror que aunque hoy en día ya superado por otros horrores no deja de sorprendernos por aquello de ser “dónde empezó el horror moderno”.
 Magnífico friso el de la trilogía de Von Rezzori. Esta narración proustiana es un detallado reflejo de la vida, con toda su rutinaria simpleza, llena de ambiciones, codicias y habladurías, que se desplegaba en las ciudades que constituían lo que luego fue el área de influencia y conquista del huracán nazi. Pone los pelos de punta leer como un personaje le pregunta a otro, los dos judíos, por un incidente nocturno acaecido en la ciudad y refiriéndose a él, dice,
-…Por cierto, lamento los incidentes de anoche. Habría que tomar medidas enérgicas….
Y saber lo que pasó después.
Si uno espera abrir este libro y empezar a  leer los recuerdos de un hombre que odiaba a los judíos y quería hacerlos desaparecer de la faz de la tierra sufrirá una decepción y después se lamentará por esa decepción y le hubiera gustado que al menos hubiera algo de odio o animadversión porque cae en la cuenta, en la terrible cuenta de que “ser antisemita” en aquellos tiempos y a lo largo de la mayor parte de Europa, y no sólo Alemania, era tan natural, habitual como respirar o comer. Nadie como Von Rezzori ha narrado y ha plasmado en su trilogía lo que significaba en la antesala de la segunda guerra mundial ser antisemita. Pero no ser antisemita con violencia y odio, sino ser antisemita como ser aficionado a la hípica o ser amante de los relojes de cuco. Un antisemitismo cotidiano, de rutina, se podía decir que inocente, que le lleva a expresarlo de la siguiente manera: “Así pues no haríamos el descubrimiento habitual, a saber, que los judíos también son personas, sino exactamente el contrario: Que las personas a veces son judíos…” pg.242
Formaba parte de la cotidianidad. Y así sucedía que podías estar en relación con ellos lo mismo que podías relacionarte con un perro, sin por eso poder decir que el perro formaba parte del círculo de tus amigos. O podías ser amante de una judía sabiendo que ir más allá no es que no fuera posible, es que estaba fuera de toda racionalidad.
Esa terrible cuenta que te lleva al escenario de los sucesos y, así, gracias a von Rezzori entender un poco más cómo pudo suceder aquello.
En una masa, no importa cuánto de grande, indiferente y apática sea, si hay una parte, no importa lo pequeña que sea, activa, de una radicalidad extrema, toda ella se moverá bajo sus impulsos.
Se puede contemplar esta trilogía como un gran transatlántico en el que la primera parte es el interior del mismo, la segunda su exterior, cubierta, salones y pasillos y la tercera la sala de maquinas. Un transatlántico que el autor usa para hacer una travesía por la Europa convulsa de la primera mitad del siglo XX.

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